FERTILIZACIÓN
DE PASTIZALES
Pedro Raúl Solórzano P.
Abril
de 2017.
Los pastizales, especialmente en áreas tropicales,
constituyen el principal alimento para los rumiantes, además, bajo pastoreo,
las carnes producidas tienen mejores características nutritivas y de sabor que
las que se producen en condiciones de estabulación total o parcial, lo cual pone
de manifiesto la importancia de establecer un buen pastizal.
Las especies forrajeras, los pastos, para su
explotación, deben ser considerados como un cultivo más y deben ser manejados
como tales, ya que al igual que todas las plantas, su crecimiento y desarrollo
están determinados por su genética y por las condiciones externas a las cuales
están sometidos. Por ello, para una producción eficiente de los pastizales,
éstos deben manejarse tomando en cuenta el sistema suelo-planta-clima donde se
está desarrollando esa planta, sistema en el cual la planta no crece en forma
aislada si no que depende de la interrelación de todos los factores que
intervienen en dicho sistema. En el manejo de esos
sistemas se incluye la fertilización, la cual es una práctica que persigue
lograr que las plantas puedan absorber cantidades suficientes de todos los
nutrientes esenciales, de tal forma que se cubran sus requerimientos y tengan
un mejor valor nutritivo para los rebaños consumidores de los mismos.
Entonces, si un suelo no está en capacidad de
suministrar los nutrientes esenciales en cantidades adecuadas para las plantas,
estos elementos deben aplicarse por medio de fertilizantes para que no se
afecte el rendimiento y la calidad de un pastizal. Lógicamente, al aplicar un buen programa de
fertilización a un pastizal, además del esperado incremento en la producción de
biomasa, debe ocurrir un mejoramiento de su calidad en términos de mayores
tenores de proteína y una mayor y más balanceada concentración de nutrientes.
Recordemos que los forrajes son la principal fuente de nutrientes para los
herbívoros consumidores, y si un forraje no tiene las cantidades adecuadas de
nutrientes, éstos deben suministrarse por medio de suplementos minerales o
alimentos balanceados, incrementándose sustancialmente los costos de producción
de carne y leche. Basta con revisar el caso de lo que se denominó “el síndrome
de Santa María de Ipire”, cuando en esta región guariqueña el ganado caía
postrado por una alimentación a base de forrajes muy pobres en nutrientes,
especialmente en fósforo y calcio.
En Venezuela existe una variada gama de especies
forrajeras, nativas e introducidas, que se utilizan en el establecimiento de
potreros que algunas veces son para pastoreo y, en otras oportunidades, para
corte en la producción de heno y silaje. La fertilización de dichos potreros va a depender, además de las
condiciones del suelo y clima, de la especie forrajera y del sistema de
producción. De esta manera, algunas situaciones comunes en el país y las
recomendaciones de fertilización son las siguientes:
-Producción intensiva de heno:
generalmente son campos de bermuda (Cynodon
spp) para producir pacas de alta calidad, destinadas a alimentar caballos
pura sangre, vacas de alta producción lechera y como fuente de fibra en la
elaboración de alimentos balanceados para animales. Este tipo de explotación se
realiza en suelos con pocas limitaciones de fertilidad, porque dichos
suelos sean así de forma natural o porque las limitaciones hayan sido
corregidas, por lo que se recomienda aplicar sobre el pastizal 250 kg de fosfato
monoamónico (o diamónico)/ha más 250
kg de cloruro de potasio/ha, una vez al año y al inicio
de la temporada de lluvias. Después de cada corte, aplicar 75 kg de N/ha procurando
alternar las fuentes de N, una vez con urea y la siguiente con sulfato de
amonio. Esta fertilización equivale aproximadamente a la aplicación de 477
kg de N, 130 kg de P2O5 y 150 kg de K2O/ha/año.
-En potreros dedicados
principalmente a pastoreo y que eventualmente se puedan henificar, se
recomienda fertilizar de la siguiente manera:
a.-Suelos ácidos, pobres en P
y Ca: aplicar una vez al año a entrada de la estación
lluviosa, 500 kg
de roca fosfórica (fosforita)/ha, más 100 kg de fosfato monoamónico (o diamónico)/ha,
más 120 kg
de cloruro de potasio/ha. Después de cada pastoreo, aplicar 75 kg de urea/ha ó 150 kg de sulfato de amonio/ha.
Esto tiende a aumentar los rendimientos, la capacidad de carga del potrero,
mejora la salud de los animales y promueve el aumento de la proporción de
especies leguminosas nativas en el pastizal. Esta fertilización equivale
aproximadamente a la aplicación de 220-152-72 kg/ha/año, de N-P2O5-K2O.
b.-Suelos de tendencia neutra
a alcalina: estos suelos generalmente tienen buenos niveles
nutritivos para la mayor parte de las especies forrajeras que se adaptan a
estas condiciones. Para mantener esas buenas condiciones a lo largo del tiempo,
se recomienda aplicar a entrada de la temporada de lluvias 100 kg de fosfato
monoamónico (o diamónico)/ha más 120
kg de cloruro de potasio/ha. Después de cada pastoreo,
aplicar 75 kg
de urea/ha ó 150 kg
de sulfato de amonio/ha. Esta fertilización equivale aproximadamente a la
aplicación de 220-63-72 kg/ha/año, de N-P2O5-K2O.
Para todos
los casos, la intensidad de uso del pastizal va a influir en las modificaciones
que se incorporen a esos programas de fertilización.
En el estado Zulia, en la zona del Sur del Lago de
Maracaibo que es una de las regiones más importantes en la producción ganadera
del país, Espinoza y Argenti (1997) destacan que solamente el 31% de los
ganaderos fertilizan, que 46% no lo hace por falta de recursos y que el resto
considera que esta práctica es muy importante. Esta situación ocurre, a pesar que
ha sido demostrado que con una adecuada fertilización de los pastizales, tanto
la eficiencia reproductiva de bovinos como el peso al destete se incrementan, lo
cual no ha cambiado mucho desde 1997. Quizás, lo que ha mejorado es cuando se
establecen especies forrajeras introducidas, de alta calidad, y se realiza la
fertilización de base al momento de la siembra con fuentes de N-P-K; luego,
estos potreros en muchos casos, se reabonan con cierta frecuencia con
fertilizantes nitrogenados.
En toda
Venezuela hay unos 5 millones de hectáreas de pasto sembradas y solo se
fertilizan 372.000 ha ,
con un consumo total de fertilizantes NPK de 82.000 toneladas que corresponde a
una dosis promedio de 222 kg/ha. Esto revela que nuestros ganaderos aplican
poco fertilizante a las pocas pasturas que se fertilizan, y la mayor parte de
estos fertilizantes aplicados a los pastos son fuentes nitrogenadas.
La calidad
de los forrajes también tiende a disminuir con la edad de las plantas,
obteniéndose, en general, menores concentraciones de proteínas y de minerales a
medida que la planta envejece. Sin embargo, un buen programa de fertilización
permite manejar mejor los pastizales, de tal manera que a cada especie le demos
la edad y la intensidad de uso (pastoreo o corte) más convenientes, para lograr
niveles óptimos de biomasa producida y capacidad de recuperación del pastizal.
Es muy
evidente la importancia de ubicar cada especie forrajera en el sistema
suelo-clima más adecuado, y de fertilizar los pastizales para mejorar la
capacidad de carga de los potreros y la calidad en la alimentación de los
rebaños.
(Espinoza, F. y P. Argenti.
1997. Estrategias de fertilización en pasturas. FONAIAP DIVULGA Nº55.
Enero-marzo 1997. FONAIAP, Maracay. Venezuela).
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Abril
de 2017.
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