domingo, 21 de mayo de 2017

IMPORTAMOS FERTILIZANTES FOSFATADOS EN LUGAR DE EXPORTARLOS

Pedro Raúl Solórzano Peraza
Mayo 2017

En Venezuela tenemos una industria de fertilizantes que data de 1956, cuando se creó el Instituto Venezolano de Petroquímica (IVP) a partir de la recién fundada Industria Petroquímica Nacional en 1953. El IVP comienza la producción interna de fertilizantes sobre la base de la existencia de los recursos gas natural y roca fosfórica, que son fundamentales para la elaboración de fertilizantes nitrogenados y fosfatados.

Efectivamente, para producir los fertilizantes nitrogenados disponemos de  gas natural que contiene más de 80% de metano (CH4) como fuente de hidrógeno (H) y abunda en nuestro subsuelo libre o asociado a la extracción de petróleo; y del aire que respiramos que contiene alrededor de 79% de nitrógeno (N) por lo que se considera una fuente inagotable de este elemento. Para producir los fertilizantes fosfatados disponemos de inmensas reservas de roca fosfórica ubicadas en más de 50 localidades del país, con los yacimientos más importantes en los estados Barinas, Falcón, Mérida, Táchira y Zulia.

Se han realizado diversos estudios para estimar y conocer las reservas de rocas fosfóricas en nuestros yacimientos, encontrándose que en Venezuela existen recursos fosfáticos indicados e inferidos del orden de 2.652 millones de toneladas. Si estimamos un consumo deseable de fosfatos en unas 400.000 toneladas de P2O5 por año, los recursos posibles serían capaces de cubrir la demanda actual de P2O5 durante más 1.432 años estimando un tenor de 21,6% de P2O5 en las rocas. La mayor parte de estas rocas se encuentran en el estado Táchira en los yacimientos de Montefresco, Navay y Lobatera, siendo los más importantes los de San Joaquín de Navay que se estiman en 115 millones de toneladas de reservas probadas, las cuales cubrirían toda la demanda nacional actual durante unos 65 años.

En el estado Falcón se encuentran las minas de Riecito, cuya roca es utilizada en la planta de fertilizantes del Complejo Morón, en el estado Carabobo, pero solo tienen reservas probadas por unos 17 millones de toneladas por lo que están resultando insuficientes para satisfacer la demanda de esta planta. La gran reserva de roca fosfórica de las minas de Navay, se proyecta utilizarlas con un gran complejo petroquímico en las cercanías de San Joaquín de Navay, municipio Abejales en el sur este del estado Táchira.

La fuente de P para la industria de fertilizantes es la roca fosfórica o apatita, la cual es sometida a diversos tratamientos que buscan mejorar la solubilidad de los fosfatos, y así romper los enlaces del mineral para llevar el P a formas que puedan incorporarse a la solución del suelo y quedar disponibles para ser absorbidas por las raíces de las plantas. Esos tratamientos de la roca fosfórica son de diferente naturaleza, pero el más importante por ser el más ampliamente utilizado es el tratamiento con ácidos.

El tratamiento con ácidos es un tratamiento químico, que simplemente se basa en atacar los fosfatos naturales con diversos tipos de ácidos para solubilizar con mayor o menor intensidad el fosfato tricálcico de estos minerales, transformándolo en fosfatos dicálcico y monocálcico de mayor solubilidad y pudiendo llegar hasta la producción de ácido fosfórico. Éste es el tratamiento tradicional para la producción de los fertilizantes fosfatados de mayor demanda mundial como los superfosfatos y los fosfatos de amonio. Por ejemplo, la fluor apatita que es la más abundante en nuestros yacimientos, al tratarla con ácido sulfúrico produce fosfato monocálcico (soluble en agua) y yeso en un fertilizante que se conoce como superfosfato simple:

        Ca10(PO4)6F2 + 7H2SO4 + 3HOH
    
             3Ca(H2PO4)2 HOH + 7CaSO4 + 2HF

También hay un tratamiento físico, que se refiere simplemente a la molienda de la roca hasta diferentes grados de finura. El principio de este procedimiento es que al moler la roca, mientras más fino es el material resultante mayor superficie específica o externa queda expuesta al ambiente de los suelos, favoreciendo la solubilidad de los fosfatos que contiene. En el país se comercializa este tipo de material como Fosforita o Roca Fosfórica Micronizada, recomendada para ser aplicada en suelos ácidos y en cultivos permanentes o semipermanentes, entre los cuales destacan los pastizales. En suelos ácidos, el material finamente molido queda expuesto a la acción de ese ambiente ácido, que tiende a solubilizar los fosfatos tal como se realiza en la industria de fertilizantes con los tratamientos ácidos.

Los recursos de minerales fosfatados que tiene el país, nos dan una enorme ventaja a nivel mundial para el sostenimiento de la agricultura y, por lo tanto, para mejorar la producción de alimentos. Así, nuestra industria petroquímica ha utilizado por años las minas de Riecito en el estado Falcón, cercanas al complejo de Morón, para producir fertilizantes. Al principio se producía principalmente superfosfatos y complejos N-P-K, pero en la actualidad se produce un fosfato diamónico especial conocido popularmente como DAPITO. Hay un proyecto en ejecución, para la utilización de la roca fosfórica de las minas de San Joaquín de Navay que tiene las mayores reservas probadas de este mineral, orientado, entre otras cosas, hacia la producción de superfosfato simple para la fertilización de potreros y de otros cultivos que se ubiquen en esa región del país con extensión a Barinas, Portuguesa y Apure principalmente.

Como vemos, en Venezuela tenemos recursos de materia prima y algo de infraestructura que nos proporcionan un gran potencial para la producción de fertilizantes fosfatados, que pudieran cubrir la demanda interna y hasta pudieran exportarse los excedentes. Sin embargo, importamos fertilizantes fosfatados para cubrir buena parte de la demanda interna porque a pesar de tanto potencial para su fabricación la industria es muy ineficiente, entre otros, por los dos siguientes aspectos:

1.-Complejo Morón: esta planta no puede trabajar a total capacidad ya que por años no se le ha dado el mantenimiento que requiere y su futuro está muy comprometido porque las reservas de las minas de Riecito están escaseando y no se le ha buscado solución. Aparentemente, se debe hacer algunas modificaciones a nivel de las minas para ampliar su vida útil, y otra opción sería utilizar otras minas cercanas como el caso de Lizardo, en el mismo estado Falcón. Por supuesto, es impostergable reponteciar la planta en su totalidad.

2.-Complejo Petroquímico Navay: la primera piedra para la construcción de este complejo fue colocada el 23 de septiembre del año 2007, y dos años más tarde, el entonces presidente de la república, anunciaba su progreso y sus bondades alabando la tecnología de los bielorusos que estaban encargados de adelantar dicho proyecto, que pronto estaría en funcionamiento.

Los yacimientos de Navay están formados por areniscas fosfáticas dominadas por fluor apatitas con 27% de P2O5 total y 36% de CaO que genera una muy buena relación CaO/P2O5 = 1,33. Cuando esta relación es mayor que 1,6 se requiere una gran cantidad de H2SO4 para acidular la roca y producir superfosfato simple. Con todos estos beneficios de disponer de inmensos depósitos de fosforita de buena calidad para su procesamiento y cientos de millones de dólares aportados para la construcción y puesta en marcha del complejo industrial, con capacidad proyectada para procesar 2,5 millones de toneladas de roca anualmente, en diciembre del año 2013 el gobernador del estado Táchira anunciaba apoyar la culminación de esta importante obra. A pesar de todas esas acciones, que no van más allá de su proclamación propagandística, llegamos al año 2017 sin la conclusión de la construcción del complejo y sin esperanza de una fecha cierta para su culminación.

Por esas dos razones mencionadas, entre otras, la industria nacional de fertilizantes fosfatados no es capaz de satisfacer la demanda interna, perdiéndose todo ese potencial que tenemos y recurriendo a la importación de un insumo tan importante para el tratamiento de nuestros suelos ácidos y pobres en este nutriente esencial.

Sin fertilizantes es imposible producir la cantidad de alimentos que necesitamos para cubrir los requerimientos de la población.


Pedro Raúl Solórzano Peraza
Mayo 2017

pedroraulsolorzano@yahoo.com



jueves, 18 de mayo de 2017

INSTRUCTIVO PARA LA PRODUCCIÓN DE SOYA EN VENEZUELA

Pedro Raúl Solórzano Peraza
Mayo de 2017.

I.-MARCO DE REFERENCIA

Vamos a comenzar estas líneas presentando algunos episodios del pasado y del presente del cultivo de la soya en Venezuela y algunas proyecciones para su futuro, que puedan servir como marco de referencia para una mejor planificación de los posibles programas comerciales con este cultivo tan necesario en el país, ya que es fuente de aceite comestible y concentrados proteicos, a la vez que tiene características excepcionales para fungir como cultivo de rotación, especialmente con cereales, para una mejor sanidad de los campos agrícolas y enriquecimiento de los suelos en nitrógeno.

El pasado de la soya en Venezuela ha estado lleno de incertidumbre. En un principio, no se pudo escapar a su necesidad ya que es la principal fuente de aceites comestibles del mundo y durante los últimos años hemos estado importando más de un millón de toneladas de soya, principalmente en forma de harina desgrasada como concentrado proteico para la elaboración de alimentos balanceados para animales y como aceite comestible; y una pequeña proporción la hemos importado en forma de grano para su industrialización en el país. A pesar de esta importancia del grano de soya para nuestra alimentación, en el pasado su cultivo en Venezuela se caracterizó por la siembra de superficies relativamente pequeñas, que permitieron preparar un paquete tecnológico para el manejo del cultivo y promover investigaciones para desarrollar y evaluar genotipos de buen comportamiento en nuestras áreas agrícolas.

El presente de la soya en nuestro país, a pesar de haber ocurrido un incremento en las áreas sembradas, es deprimente, ya que se han planteado programas para mejorar su producción que no han tenido el éxito esperado; quizás por no tomar en cuenta el pasado, por no creer en nuestro conocimiento y basar dichos programas en tecnología extranjera que quiere imponerse sin evaluación previa. En otras oportunidades, por tener al frente de estos programas a personas que no conocen el cultivo, en ocasiones a extranjeros que no conocen nuestro medio rural y mucho menos las características de nuestros productores. Recordemos la experiencia con el Grupo Grobo, muy exitoso en su natal Argentina, con un contrato millonario para la siembra de miles de hectáreas que prácticamente se perdió en su totalidad. Esto ha contribuido al fracaso de dichos programas que han tenido un costo enorme sin retribución alguna.

Es necesario mencionar la gran inversión que se ha realizado en el Complejo Agroindustrial José Inacio de Abreu e’ Lima, ubicado en las cercanías de la población de El Tigre, estado Anzoátegui, cuya concepción fue sembrar unas 15.000 hectáreas propias de soya y motivar la siembra por agricultores de la región, para recibir, acondicionar y procesar el grano en esas instalaciones. Luego de varios ciclos de fracasos en la producción de campo, de desmejoramiento de las instalaciones por deterioro y pérdida de maquinarias y equipos valiosos, y quizás de otros problemas, este complejo se ha convertido en todo lo contrario de lo que fue concebido, como consecuencia, con toda seguridad, de que su manejo ha sido más político que agronómico.

En el presente de la soya también es obligatorio hacer referencia a un nuevo movimiento para su producción en todo el país, pero que tiene sus más dinámicos propulsores en Portuguesa, lo han denominado “La Ruta de la Soya” y han estado realizando siembras comerciales tanto en la temporada de lluvias como en el ciclo de Norte-Verano. Los resultados, sin haber sido extraordinarios, si han sido prometedores en la medida que se ajusten algunas prácticas agronómicas. En lo personal, le auguro un buen futuro a este esfuerzo, ya que ha sido iniciativa de los propios agricultores y quizás represente su participación en lo que hace unos años, en el 2005, consideré el renacimiento o palingenesia de la soya en Venezuela.

El futuro del cultivo de la soya en Venezuela, al igual que el de la mayoría de los cultivos que se pueden producir en el país, va a depender mucho de las buenas políticas agrícolas que se implementen. Si realmente queremos lograr una soberanía alimentaria debemos dedicarnos a la producción agrícola organizada, priorizada, en la cual el cultivo de la soya debe tener una posición preponderante. La producción de este grano en el país debe servir para disminuir sustancialmente la importación de alimentos (aceites comestibles y concentrados proteicos) y para incrementar la producción agrícola interna, para aumentar significativamente y productivamente la ocupación de la gente del campo y para mejorar la fertilidad de nuestros suelos al incorporarles nitrógeno en forma natural, entre otros beneficios increíbles. 

Con excepción de las zonas montañosas y aquellas que permanecen la mayor parte del año cubiertas con agua, prácticamente todas las regiones del país han sido utilizadas con mayor o menor intensidad para la evaluación y producción comercial de soya; sin embargo, pocas de ellas han presentado las condiciones adecuadas para el éxito del cultivo. Las primeras siembras comerciales exitosas se realizaron en el Valle de Aroa, estado Yaracuy, en el año 1967, con la variedad Improved Pelican que había sido la única con adaptabilidad suficiente para emprender estos programas comerciales, demostrándose que esta zona del país tiene un gran potencial para la producción de este grano. A partir de este momento se comenzaron a realizar siembras en otras regiones del país con resultados más o menos favorables, pero estos primeros intentos de establecer el cultivo dentro de nuestros programas agrícolas terminaron en 1975-76, siendo una de las causas principales el precio del grano, el cual era tan bajo que impedía que la soya compitiera con otros cultivos de mayor tradición y buenos rendimientos.

A mediados de los años setenta, en la Universidad de Florida, USA, se produjo la variedad Júpiter, de comportamiento muy aceptable en regiones tropicales, la cual comenzó a ser evaluada y multiplicada en Venezuela a partir de 1976 con resultados bastante satisfactorios. Esta variedad vino a reforzar a la variedad Improved Pelican y a la vez se utilizó como material para desarrollar nuevas variedades tropicalizadas.

A principio de los años ochenta se comenzó a evaluar el manejo de las sabanas orientales para la producción de soya, lográndose ensamblar distintos aspectos tecnológicos para lograr el establecimiento exitoso del cultivo de soya en esta región del país. Como consecuencia de estos esfuerzos, las sabanas de Anzoátegui y Monagas han sido asiento de la mayor actividad comercial con el cultivo de la soya, y hasta final de los años ochenta y principio de los noventa aún se consideraba como un cultivo de importancia en esa región. Cabe destacar que en 1988 se llegó a sembrar con soya en esas sabanas cerca de 10.000 ha con excelentes resultados, indicando que esta región puede llegar a ser la más importante para el desarrollo del cultivo de la soya en Venezuela. Efectivamente, para el año 2010, cuando se señala según cifras oficiales que se ha llegado a sembrar en el país unas 41.000 ha con soya, más del 80% se ubicó en esta parte del territorio. 

En 1979, en el marco del Programa Fundación Polar-Fusagri, se presentan los primeros resultados de sus trabajos con soya correspondientes a los Llanos Occidentales. En esta región se concluyó que las altas precipitaciones y su gran variabilidad hacia finales de año, dificultan la cosecha y favorecen enfermedades del grano. Por esta razón, a partir de 1980 este programa se concentró hacia la región nor-oriental del país, desde las cercanías de El Sombrero en Guárico hasta El Tigre en Anzoátegui, con menores lluvias y mejor definidas hacia finales de año que en los Llanos Occidentales, por lo que se consideró, y así resultó, con mejores condiciones para la explotación comercial de la soya.

Sin embargo, los Llanos Occidentales no se deben descartar para la producción de soya, ya que es factible sembrarla como segundo cultivo en lo que se conoce como ciclo Norte-Verano. Esta opción aún puede requerir algunas evaluaciones, entre otras cosas, en lo referente al manejo de las fechas de siembra, ciclo de vida de las variedades, nuevas variedades, fertilización residual y otros aspectos agronómicos.

Más recientemente, a partir del año 2006, la empresa Agroisleña, C.A. inició un interesante programa comercial de soya unido a la evaluación e introducción de variedades de Brasil y algunos genotipos nacionales, el cual tuvo un crecimiento progresivo en los estados Guárico, Anzoátegui y Monagas, hasta el año 2010 cuando la empresa fue expoliada por el gobierno nacional y no se continuó con esta iniciativa. Este programa tenía la ventaja de contar con el apoyo del personal técnico de Agroisleña en todo el territorio nacional, el cual era permanentemente entrenado en el manejo de este cultivo y además contemplaba la rotación de los campos con los cultivos maíz y sorgo granífero.

En conclusión, hasta los momentos actuales se tiene que las mejores zonas de Venezuela para la producción de soya están ubicadas en una extensa área de las sabanas orientales de Anzoátegui y Monagas, buena parte de la zona de producción de maíz y similares en el estado Guárico y los Llanos Occidentales en el ciclo Norte-Verano con algunas evaluaciones previas. Otras zonas ubicadas en Yaracuy, Aragua, Carabobo, Lara y Zulia, donde se han realizado siembras menores con relativo éxito, ameritan algunas evaluaciones antes de lanzarse a programas de grandes extensiones, especialmente en lo relativo a comportamiento de variedades y manejo de los ciclos de lluvia y fotoperíodo en conjunción con las fechas de siembra y poblaciones de plantas.

II.-DÓNDE Y CUÁNDO SEMBRAR SOYA

Cuando se planifican programas comerciales de producción agrícola se debe partir del conocimiento de los siguientes puntos: qué se va a producir, cuánto, con quién, dónde y cuándo, y con qué vamos a desarrollar esos programas, asumiendo que existe un mercado seguro para el producto cosechado. En este caso que nos ocupa, ya está definido que lo que vamos a producir es soya y que es necesario sembrar al menos unas 600.000 hectáreas para intentar cubrir nuestros requerimientos de este grano. Además, estos programas los vamos a desarrollar con los agricultores venezolanos, apoyados, cuando sea necesario, por personal técnico capacitado en el manejo de este cultivo y por especialistas en las diferentes áreas de la agronomía como pueden ser entomología, edafología, fitopatología, botánica y combate de malezas, mecanización agrícola, economía agrícola, mercadeo y otras.

La meta de sembrar 600.000 hectáreas de soya se logrará en el mediano plazo, ya que se debe comenzar con superficies moderadas para poder concentrar allí los esfuerzos necesarios y aspirar a lograr el éxito indispensable de estos programas agrícolas, éxito tan necesario para que el cultivo de la soya se arraigue definitivamente en nuestros campos agrícolas. Quizás se pueda iniciar el primer año con la siembra de 30.000 hectáreas, con una mayoría de agricultores con experiencia en el cultivo, y con actividades de adiestramiento para aquellos agricultores novatos en la siembra de soya. Se aspira llegar al total de la superficie requerida en un máximo de unos 8-10 años.

Conociendo qué, cuánto y con quién vamos a sembrar, en esta sección vamos a considerar dónde y cuándo vamos a desarrollar los programas de soya en Venezuela. Lo lógico es comenzar el primer año en las regiones donde se tiene experiencia con el cultivo, donde existen los recursos humanos y de maquinarias y equipos agrícolas, facilidades de transporte y suficientes centros de recepción, acondicionamiento y almacenamiento de las cosechas. En tal sentido, se deben seleccionar agricultores en el eje El Sombrero-El Tigre-Maturín y zonas aledañas, e incluir al menos 3.000 hectáreas para siembras de Norte-Verano en los Llanos Occidentales del estado Portuguesa.

Como contactos importantes para la selección y el compromiso de los agricultores de participar en el programa de producción de soya, se deben considerar las asociaciones de productores regionales y algunas individualidades con experiencia en el cultivo como el caso de la finca de la Familia Meneses entre El Sombrero y Chaguaramas, el señor Pedro Solano en El Socorro, el Ingeniero Ramón Bolotín en Turén y otros productores de Anzoátegui, Monagas y Portuguesa que han estado por años vinculados a este cultivo.

Es muy importante considerar que en cada caso, en cada región, los sistemas suelo-clima son diferentes y, por lo tanto, las fechas de siembra variarán especialmente según las características del ciclo de lluvias. En general, la época más conveniente para sembrar soya se selecciona en función de que en lo posible, el ciclo de la planta transcurra durante los días de mayor número de horas de luz y aprovechando la mayor cantidad de agua de lluvia durante su ciclo de vida. Esto permite que no ocurran mayores limitaciones de estos dos importantes factores de crecimiento y la planta pueda expresar toda su capacidad de producción. Por supuesto, se debe procurar que la cosecha coincida con períodos de poca precipitación para favorecer la labor de recolección y proteger la calidad del grano.

Con las consideraciones anteriores, para el primer año se recomienda concretamente la siembra de soya en las áreas potenciales de Guárico, Anzoátegui y Monagas, tan pronto como se tenga seguridad del inicio de la estación lluviosa y que el suelo se encuentre suficientemente húmedo para asegurar la pronta germinación de las semillas y la emergencia de las pequeñas plantas sobre la superficie del suelo. En otras palabras, la soya no se debe sembrar en suelo seco, y además se debe buscar que después de la germinación de las semillas se mantenga húmeda la sección superficial del suelo de tal manera que las plántulas puedan emerger fácilmente.

La fecha de siembra se puede prolongar por algo más de un mes, y corresponde en las áreas señaladas de Guárico, Anzoátegui y Monagas,  en años normales, a finales de mayo y todo el mes de junio. Sembrar después del mes de junio en aquellos casos cuando las lluvias comienzan en los primeros días de mayo, es riesgoso porque puede presentarse escasez de agua hacia los períodos de llenado de grano, causando anormalidades en el desarrollo del grano, aborto excesivo de vainas, bajos rendimientos y mala calidad del producto.

En algunos sectores del estado Monagas es posible establecer dos fechas de siembra ya que el ciclo de lluvias es bimodal, una durante el principal pico de lluvias que generalmente comienza en el mes de mayo, y otra para aprovechar el ciclo de Norte-Verano que es muy definido y permite la siembra tardía de la soya. La siembra realizada en el principal pico de lluvias puede llevar a coincidir la maduración de la soya con lluvias importantes, pero las características de los suelos de esta región, de texturas ligeras y alta conductividad hidráulica que son responsables de un rápido drenaje, permiten que se pueda realizar la cosecha mecanizada al poco tiempo después de la ocurrencia de una fuerte lluvia.

La soya debe sembrarse como segundo cultivo en las zonas bajas de la región de los Llanos Occidentales donde el ciclo de lluvias también es bimodal, después de la cosecha de maíz y de arroz que ocupan la sección de la primera moda que va de finales de abril a principios de octubre, recomendándose realizar las siembras de soya desde octubre hasta un máximo de la primera quincena de noviembre. Esto puede ajustarse de acuerdo a la irregularidad de los ciclos de lluvia, ya que si el inicio de la estación lluviosa se retrasa como ha ocurrido en algunos años, la siembra de Norte-Verano se puede prolongar hasta todo el mes de noviembre, siempre y cuando se utilicen variedades precoces, de ciclo corto y tolerantes al menor número de horas luz como ocurre en los meses finales del año.

En los llanos altos de Portuguesa y Barinas, en el pié de monte de estos estados, las siembras deben realizarse, al igual que para centro-oriente al comienzo de la estación lluviosa, aprovechando al máximo los días más largos del año y que las plantas puedan utilizar una buena cantidad del agua de lluvia, pero procurando que para el momento de la recolección, no se retrase la labor por motivo de excesos de agua o excesivo aguachinamiento de los suelos que pudieran impedir la entrada de las cosechadoras combinadas a los campos de cultivo. En estas situaciones, el drenaje superficial de los suelos se acelera favorecido por las pendientes del terreno.

Paralelamente a esos programas de siembras comerciales, se deben impulsar evaluaciones en otras regiones del país, con siembras experimentales o semi comerciales para evaluar variedades, fechas de siembra, densidad de población, fertilización, y otras variables, que permitan seleccionar otras regiones importantes para la expansión futura del cultivo.

Es recomendable establecer programas para la producción de semilla certificada de soya con las variedades más promisorias, lo cual es un proceso bastante exigente para lograr un producto de buena calidad, evitando incidencia de enfermedades, por lo cual se recomienda planificar estos programas para la época seca con la aplicación de riego.

III.-CON QUÉ VAMOS A SEMBRAR SOYA

Una vez que se ha definido qué, cuánto, con quién, dónde y cuándo sembrar, queda por establecer con qué se realizarán esos programas. Esto incluye los insumos fundamentales para la adecuada atención a los cultivos, asumiendo que se tiene asegurado un financiamiento suficiente y oportuno, y un destino para la venta del producto a precios razonables. Esos insumos son básicamente semillas certificadas de variedades de comprobado buen comportamiento en nuestros sistemas suelo-clima, inoculantes a base de Bradyrhizobium japonicum que pueden incluir molibdeno (Mo), fertilizantes,  insecticidas, herbicidas, fungicidas y otros biocidas, maquinarias y equipos agrícolas, y transporte para el ingreso de insumos a las fincas y la salida de la cosecha hacia los centros de recepción.

Semillas: durante los años más recientes, en las siembras de soya que se han realizado en el país se ha utilizado casi exclusivamente un par de variedades provenientes de Brasil, identificadas como Tracajá y Sambaiba, y pequeñas áreas con otras variedades. Especialmente en Brasil, permanentemente están liberando nuevas y mejoradas variedades; así mismo, en el país aún hay instituciones como Fundación DANAC, Universidad Centro Occidental Lisandro Alvarado y otras, trabajando en evaluación y mejoramiento genético de esta especie, por lo que se espera que otros cultivares de más reciente desarrollo puedan ofrecer características favorables para ser utilizados en siembras comerciales.

Hasta hace poco tiempo, la mejor orientación que tenía el agricultor para la escogencia de la variedad a sembrar era la información producida por los Ensayos Regionales de Soya realizados por el FONAIAP desde 1987; después de varios años fueron suspendidos y luego el INIA trató de reiniciarlos en coordinación con SENASEM. Posteriormente se denominaron Ensayos Regionales Uniformes (ERU), y para la soya se suspendieron después de 1994 haciendo intentos por reactivarlos a partir del año 2004. Durante los años 2000 al 2002 se realizaron otras evaluaciones de variedades de soya, sin el carácter de ensayos regionales pero que sirvieron para introducir algunos materiales como las variedades Conquista, Suprema, DOKO, Prosoya 1 y 2, Celeste y otras. Posteriormente se evaluaron extraoficialmente las variedades Tracajá y Sambaiba, desarrolladas por EMBRAPA en Brasil para el estado de Tocantis y las regiones norte y noreste de dicho país.

En la actualidad, no se están realizando los ERU, y como se señaló anteriormente, solamente se utilizan las variedades Tracajá y Sambaiba en los programas comerciales que se llevan a cabo en el país para la producción de soya. La implicación de esto, es que las siembras comerciales de soya en Venezuela están expuestas a los grandes riesgos que implica utilizar solamente dos variedades, riesgos que pueden conducir al fracaso total de los programas, si llegara a ocurrir la aparición de algunas plagas o enfermedades ante las cuales estos materiales muestren una gran sensibilidad.

Para este primer año se debe utilizar en una mayor superficie, quizás en un 80%, las variedades Tracajá y Sambaiba debido a las experiencias previas, pero es necesario incluir algunas áreas con otras variedades de comprobada excelencia, para lo cual se debe consultar a Fundación DANAC, UCLA, INIA y alguna otra institución que disponga de materiales de soya previamente evaluados en nuestras condiciones. Además, para los ciclos de Norte-Verano se requieren variedades poco sensibles al fotoperíodo y que sean de ciclo corto o intermedio (alrededor de 90 días a cosecha) para un mejor aprovechamiento de lo reducido de esta parte de la temporada de lluvias. Entonces, hay un arduo trabajo por delante para lograr poner a disposición de los agricultores suficientes cultivares según las necesidades de cada sistema suelo-clima.

Fertilización de la soya: no se debe recomendar una dosis generalizada de fertilizantes, ya que la cantidad de nutrientes a aplicar va a depender de las condiciones de cada sistema suelo-clima que se utilice para la producción de soya. A continuación se presenta una forma de calcular un adecuado programa de fertilización para el cultivo de la soya, partiendo de un análisis de suelo:

1.-Si el suelo tiene problemas por excesos de sales solubles se debe consultar con un especialista para su recuperación o no sembrar soya en esas condiciones.

2.-pH del suelo >5,5, no hay problema de acidez. Si el pH del suelo < 5,5 corregir según las siguientes instrucciones:

2.1.-Contenido de arena superior a 50% y contenido de arcilla igual o inferior a 20%:
        -pH entre 4,7 y 5,4: aplicar 400 kg de caliza agrícola/ha
        -pH inferior a 4,7: aplicar 600 kg de caliza agrícola/ha
La caliza se aplica uniformemente sobre la superficie del suelo húmedo y se incorpora con los implementos de labranza. En este tipo de suelos, esperar al menos una semana para fertilizar y sembrar.

2.2.-Contenido de arcilla igual o inferior a 30%, con excepción de suelos arenosos, areno francosos y franco arenosos:
-pH entre 4,7 y 5,4: aplicar 800 kg de caliza agrícola/ha
        -pH inferior a 4,7: aplicar 1.000 kg de caliza agrícola/ha
La caliza se aplica uniformemente sobre la superficie del suelo húmedo y se incorpora con los implementos de labranza. En este tipo de suelos esperar al menos dos semanas para fertilizar y sembrar.

2.3.-Contenido de arcilla superior a 30%:
-pH entre 4,7 y 5,4: aplicar 1.200 kg de caliza agrícola/ha
        -pH inferior a 4,7: aplicar 1.800 kg de caliza agrícola/ha
La caliza se aplica uniformemente sobre la superficie del suelo húmedo y se incorpora con los implementos de labranza. En este tipo de suelos esperar al menos tres semanas para fertilizar y sembrar.

3.-Fertilización con nitrógeno: la soya por medio de una simbiosis que se establece en las raíces de la planta con bacterias del género  Bradyrhizobium, es capaz de fijar directamente el nitrógeno atmosférico para cubrir sus requerimientos. Entonces, se debe aplicar la fertilización biológica haciendo una adecuada inoculación de las semillas con las bacterias respectivas inmediatamente antes de la siembra y, si el suelo es muy pobre, se recomienda aplicar una dosis stándard de 20 kg de N/ha en una sola fracción al momento de la siembra, lo cual permite asegurar el suministro de este nutriente hasta cuando se inicie el proceso de fijación de N atmosférico por parte de las bacterias. En suelos pobres, de baja fertilidad, se recomienda utilizar inoculantes que contengan molibdeno.

4.-Fertilización con fósforo:
       
4.1.-El análisis de suelo indica nivel BAJO de P: como el suelo se encala o el pH>5,5, aplicar 70 kg de P2O5/ha.

4.2.-El análisis de suelo indica nivel MEDIO de P: como el suelo  se encala o el pH>5,5, aplicar 50 kg de P2O5/ha.

4.3.-El análisis de suelo indica nivel ALTO de P: como el suelo se encala o el pH>5,5, aplicar 30 kg de P2O5/ha.

5.-Fertilización con potasio:

5.1.-El análisis de suelo indica nivel BAJO de K:

5.1.1.-El contenido de arena es superior a 50% y el contenido de arcilla es inferior a 20%: aplicar 120 kg de K2O/ha, fraccionado, una fracción de 60 kg de K2O/ha al momento de la siembra y otra fracción de 60 kg de K2O/ha a los 25-35 días de edad del cultivo.

5.1.2.-El contenido de arcilla del suelo es inferior a 30%, excepto suelos arenosos, areno francosos y franco arenosos: aplicar 140 kg de K2O/ha en una sola fracción al momento de la siembra.

5.1.3.-El contenido de arcilla del suelo es igual o superior a 30%: aplicar 160 kg de K2O/ha, una sola fracción al momento de la siembra.

5.2.-El análisis de suelo indica nivel MEDIO de K:

5.2.1.-El contenido de arena es superior a 50% y el contenido de arcilla es inferior a 20%: aplicar 100 kg de K2O/ha, fraccionado, una fracción de 50 kg de K2O/ha al momento de la siembra y otra fracción de 50 kg de K2O/ha a los 25-35 días de edad del cultivo.

5.2.2.-El contenido de arcilla del suelo es inferior a 30%, excepto suelos arenosos, areno francosos y franco arenosos: aplicar 110 kg de K2O/ha en una sola fracción al momento de la siembra.

5.2.3.-El contenido de arcilla del suelo es igual o superior a 30%: aplicar 120 kg de K2O/ha, una sola fracción al momento de la siembra.

5.3.-El análisis de suelo indica nivel ALTO de K:

5.3.1.-El contenido de arena es superior a 50% y el contenido de arcilla es inferior a 20%: aplicar 40 kg de K2O/ha, fraccionado, una fracción de 20 kg de K2O/ha al momento de la siembra y otra fracción de 20 kg de K2O/ha a los 25-35 días de edad del cultivo.

5.3.2.-El contenido de arcilla del suelo es inferior a 30%, excepto suelos arenosos, areno francosos y franco arenosos: aplicar 70 kg de K2O/ha en una sola fracción al momento de la siembra.

5.3.3.-El contenido de arcilla del suelo es igual o superior a 30%: aplicar 100 kg de K2O/ha, una sola fracción al momento de la siembra.

6.-Relación Ca/Mg: en los programas de fertilización se debe mantener la relación Ca/Mg intercambiables con valores entre 2 y 7. Cuando la relación es baja (<2) porque hay poco Ca o mucho Mg y se encala, generalmente al encalar se corrige la relación Ca/Mg; si no se encala porque el pH es adecuado, se debe corregir la relación Ca/Mg aplicando 400 kg de caliza/ha. Cuando la relación Ca/Mg es alta (>7) porque hay muy poco Mg, se corrige aplicando 50 kg de MgO/ha, utilizando sulfato de magnesio o sulpomag.

7.-Fertilización con micronutrientes: en este caso, donde no tenemos mucho espacio para explicar a fondo el manejo de los micronutrientes, solo vamos a referirnos a las aspersiones preventivas. Si el análisis de suelo indica que el suelo es pobre en micronutrientes, o si no se reportan los niveles de micronutrientes pero el pH del suelo es de tendencia alcalina o mayor que 7,0, o si el suelo es en general muy pobre y de texturas gruesas (a, af y fa), las aspersiones preventivas de micronutrientes se consideran una buena opción.

En esas aspersiones preventivas se deben utilizar fertilizantes foliares que contengan mezcla de  micronutrientes, en dos aplicaciones, una en la primera etapa de alta tasa de crecimiento, que ocurre más o menos a los 20-25 días de edad del cultivo y, la otra, dos semanas después. Según la concentración de nutrientes en el fertilizante se aplican dosis que varían entre 0,5 y 1,0 kg/ha disueltos en 100 a 200 litros de agua, o puede seguir las instrucciones del fabricante, o puede consultar un especialista.

Consideración final: en las siembras de soya durante el ciclo Norte-Verano de los Llanos Occidentales, si este cultivo sigue a un cultivo de maíz o arroz que fue adecuadamente fertilizado y se realiza una correcta inoculación de las semillas, no es necesario aplicar fertilizantes, ya que la soya aprovechará el efecto residual de P y K, y el nitrógeno será suministrado por la mineralización de la materia orgánica y la fijación biológica. Esto representa una disminución significativa de los costos de producción, por lo que el punto de equilibrio de la gestión se obtiene con rendimientos modestos de la soya, que son los más probables durante estas siembras con poca lluvia y con variedades precoces.

Manejo de malezas: las malezas constituyen uno de los factores o agentes bióticos que más afectan negativamente a los cultivos, pues interfieren o compiten con él por elementos que le son esenciales para su normal desarrollo.

La habilidad de la soya para competir con malezas es limitada, ya que es una especie C3 mientras que la mayoría de las malezas que crecen asociadas con ella son especies C4. Las plantas C4 son fotosintéticamente más eficientes que las C3, tienen menor sensibilidad a altas temperaturas y menor coeficiente de transpiración, asimilan mejor el CO2 ya que no tienen fotorespiración aparente, son de rápido crecimiento, todo lo cual capacita a estas especies para competir ventajosamente con la soya.

En soya entonces es indispensable realizar un adecuado manejo de las malezas, para lo cual existen diversos métodos de control tales como algunas prácticas culturales, métodos manuales y mecánicos, métodos físicos como las quemas y el método químico, que en el caso de la soya dispone de una amplia gama de herbicidas de aplicación pre y posemergente, para combate de plantas de hoja ancha, de gramíneas y de ciperáceas. Para decidir sobre el control químico, se recomienda analizar las poblaciones de malezas, especies predominantes, etapa de desarrollo de malezas y plantas de soya, lo cual conducirá a la selección del producto más adecuado en cada caso. Lo importante es recordar que debemos combatir las malezas para poder aspirar a altos rendimientos y buena calidad del grano de soya. En caso de necesidad, se recomienda buscar un asesoramiento técnico adecuado para tomar las mejores decisiones en el combate de malezas en soya.

Como una orientación en la selección de herbicidas se incluye el siguiente resumen de cuándo aplicarlos y tipo de malezas que combate:

Basagran 480, en mínima labranza y posemergencia temprana, hoja ancha y ciperáceas.
Brioso 10 SL, en posemergencia temprana, hoja ancha y pocas gramíneas.
Classic, hasta posemergencia intermedia, hoja ancha.
Command 4, en mínima labranza, preemergencia y posemergencia temprana; gramíneas.
Doblete 200, desecante de contacto no selectivo.
Dual Gold, en presiembra incorporado y preemergencia, gramíneas y ciperáceas.
Flex, en posemergencia total, hoja ancha.
Glyfosatos, desecante sistémico no selectivo, en mínima labranza y presiembra.
Gramisso CE 480, en preemergencia, gramíneas.
Gramocil y Gramoxone, mínima labranza y presiembra, no selectivos.
Hache Uno 2000, en posemergencia total, gramíneas.
Hexone 70 PM y Hexone Fácil 70 GD, en preemergencia y posemergencia temprana, gramíneas y hoja ancha.
Linurex, en preemergencia, gramíneas y hoja ancha.
Prowl 400, en preemergencia, fundamentalmente gramíneas.
Zulu 900 EC, en preemergencia, fundamentalmente gramíneas.

Manejo de plagas: para esta actividad se sugiere la aplicación del manejo integrado de plagas (MIP) que se refiere al uso de todas las técnicas disponibles, integradas de una manera armoniosa para mantener las plagas a niveles poblacionales que no causen daño económico al cultivo de la soya.

Para tomar decisiones acertadas de control se debe disponer de una estimación de los niveles de población de los insectos plaga, para lo cual el monitoreo o seguimiento diario de los campos es imprescindible. Es conveniente considerar, que la planta de soya tolera hasta medios niveles de defoliación temprana, durante las etapas de desarrollo vegetativo, pero desde el inicio de floración hasta el llenado de granos se debe defender el follaje para lograr evitar pérdidas significativas en el rendimiento final.

Los insectos plaga tienen muchos enemigos naturales como arañas, insectos de varios órdenes, parasitoides de huevos y larvas, hongos entomopatógenos, bacterias, virus y nemátodos, que permiten implementar medidas de control biológico. Para un acertado control de plagas se deben identificar bien y conocer sus hábitos, biología y época de aparición; disponer de umbrales económicos (UE) para aplicar las medidas de control; conocer los enemigos naturales y el modo y mecanismo de acción de los insecticidas para utilizar aquellos selectivos y compatibles con el MIP, sin olvidar su manejo adecuado para evitar la aparición de resistencia.

La soya es atacada por insectos defoliadores donde se incluyen larvas de lepidópteros como el gusano del frijol (Anticarsia gemmatalis) y el falso medidor (Pseudoplusia sp.) que consumen gran cantidad de follaje. El UE para el control de estas larvas es de 40 larvas por pase de malla o 30% de defoliación. Coleópteros como los coquitos perforadores (varios géneros de la familia Chrysomelidae) que pueden causar niveles importantes de defoliación y el UE es cuando se estime 30% de defoliación.

También la soya está expuesta a ataques de insectos chupadores, que en el caso de los chinches (varios géneros de la familia Pentatomidae), pueden causar un daño enorme cuando el cultivo se encuentra en etapa de desarrollo de los frutos, durante el llenado de granos, llegando a causar hasta vaneamiento total de las vainas. El control debe iniciarse al conseguir de 2 a 4 adultos o ninfas en 2 metros de hilera.

Otra plaga importante en soya es la mosca blanca (Bemisia tabaci) cuyo principal peligro está asociado a la transmisión de enfermedades virales y tiene una gran cantidad de plantas hospederas. Su control se complica cuando se deja que las poblaciones se incrementen considerablemente.

También pueden tener importancia económica ataques de bachacos (Atta sexdens) que cortan follaje y flores, y los insectos que tienen acción de cortadores de plantas recién germinadas entre los cuales hay larvas de lepidópteros, grillo común (Gryllus assimilis) y perro de agua (Neocurtilla hexadactyla). 

Control de enfermedades: las enfermedades representan uno de los factores más limitantes de la producción y calidad de los granos de soya, además de ser de difícil control. La siembra de extensiones importantes bajo el sistema de monocultivo, empleándose cultivares genéticamente semejantes, puede conllevar al aumento de enfermedades causadas por hongos, bacterias, virus y nemátodos, que afecten considerablemente los rendimientos del cultivo y hasta causar pérdida total de los campos.

La aparición e importancia de las enfermedades varía de año en año en las zonas productoras, dependiendo de los cultivares empleados, condiciones climáticas durante el ciclo del cultivo, época de siembra y algunas prácticas agronómicas implementadas. En nuestras condiciones, las elevadas temperaturas y humedad relativa ambiental, favorecen los ataques, principalmente, de hongos fitopatógenos.

En la producción de soya se debe prestar mucha atención a la presencia de enfermedades por las consecuencias tan graves que pueden causar; por lo tanto, se deben considerar algunos aspectos como el uso de variedades resistentes a las principales enfermedades, aplicación de prácticas agronómicas que tiendan a disminuir la incidencia de patógenos como densidad y época de siembra adecuadas, rotación de cultivos, eliminación de restos de cosecha, y el uso del control químico cuando sea factible. Por lo delicado que puede ser la presencia de enfermedades en los campos de cultivo, se sugiere, para su manejo, disponer de un adecuado asesoramiento técnico.

IV.-COSECHA

La recolección del grano de soya debe realizarse en forma mecanizada mediante el uso de las cosechadoras combinadas, con los ajustes correspondientes, para una elevada eficiencia y disminución de las pérdidas de granos, que pueden ser muy altas debido a la deshicencia fisiológica de las vainas y a la mala operación de los equipos.

La cosecha de la soya debe iniciarse tan pronto los campos de cultivo alcancen el estado R8 (95% de las vainas han alcanzado su color típico de vainas maduras. En general se requieren de 5 a 10 días de ambiente seco después de R8 para que las semillas alcancen menos de 15% de humedad); por lo tanto, el productor debe estar preparado con anticipación con la maquinaria necesaria, sitio de recepción y acondicionamiento de los granos, almacén adecuado, etc., ya que tan pronto se alcance la maduración del grano, comienza su deterioro.

Durante la recolección es normal que ocurran pérdidas, pero es necesario que éstas sean reducidas a un mínimo para mejorar la rentabilidad. Para poder reducir las pérdidas es necesario conocer sus causas, algunas de las cuales son: una mala preparación de tierras que cause oscilaciones pronunciadas de la mesa de corte; inadecuado espaciamiento, densidad de plantas y época de siembra, que en conjunto afectan la altura normal de las plantas y la altura de inserción de las vainas inferiores; uso de variedades poco adaptadas que puede resultar en inserción de vainas muy bajas o excesivo acame; presencia de malezas durante la cosecha; humedad del grano inadecuada estableciéndose como humedad ideal para la recolección entre 13 y 15%. En relación a esta última causa de pérdida de granos, cabe agregar que a medida que disminuye el contenido de humedad de los frutos éstos tienen la tendencia a abrirse esparciendo los granos sobre el suelo. Además, se ha determinado que con alto contenido de humedad (más de 20%) los granos tienen la cutícula muy suave y pueden ser triturados con facilidad y muchas vainas verdes no son trilladas; por otro lado, una humedad inferior a 10% puede provocar gran cantidad de granos partidos.

En conclusión, para una cosecha eficiente se debe manejar bien el cultivo desde la preparación del terreno, se debe iniciar la cosecha con una humedad de grano adecuada y realizar una operación bastante precisa de la combinada. Esta última debe incluir al menos la operación del molinete a velocidad ligeramente superior al desplazamiento de la máquina, una posición de la mesa de corte suficientemente baja para recolectar la mayor cantidad posible de vainas, una velocidad de desplazamiento de la máquina entre 3 y 5 km/h, abertura del cóncavo entre 3/8” y 1”, velocidad del cilindro cerca de 400 r.p.m. y velocidad del ventilador por debajo de 750 r.p.m.

Se sugiere que al comenzar la cosecha se realice una evaluación de pérdidas para ajustar convenientemente el equipo. Para ello se puede utilizar un marco de madera o metal de 2 m2, cuyo mayor lado debe ser igual al largo de la mesa de corte de la combinada, es decir, si la mesa tiene 3,4 m de largo, el lado menor se calcula dividiendo 2 entre 3,4 y el resultado es 0,588, por lo tanto los lados del rectángulo serán 3,4 m x 0,59 m. Este marco se coloca a todo lo ancho del corte de la combinada en un campo recién cosechado y se recolectan y pesan los granos dentro del rectángulo. La pérdida se calcula de la siguiente manera:

GSR = peso de los granos de soya recolectados dentro del área del rectángulo expresado en gramos.
GSP = gramos de soya perdidos, o cantidad de soya perdida.
GSR x 5 = GSP en kg/ha

Por ejemplo, si recolectamos 53 gramos de soya dentro del rectángulo, la pérdida sería 53 x 5 = 265 kg/ha.

El grano de soya, especialmente debido a su elevado contenido de grasas, tiende a deteriorarse rápidamente en condiciones ambientales de alta temperatura y elevada humedad relativa, además de elevado contenido interno de humedad. Por esas razones, una vez que se recolecta el grano, debe ser enviado inmediatamente a los sitios de recepción para su acondicionamiento en cuanto a limpieza y secado, y pueda ser almacenado en condiciones de temperatura y humedad controladas, de tal manera que se mantenga su calidad durante tiempo suficiente para su correcto consumo.


Pedro Raúl Solórzano Peraza
Mayo 2017