ALGUNAS
IDEAS PARA LA PRODUCCIÓN DE SOYA EN VENEZUELA
(PRIMERA
PARTE DE UN TOTAL DE CUATRO)
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Abril
de 2017.
I/4.-MARCO DE REFERENCIA
Vamos
a comenzar este tema presentando algunos episodios del pasado y del presente
del cultivo de la soya en Venezuela y algunas proyecciones para su futuro, que
puedan servir como marco de referencia para una mejor planificación de los
posibles programas comerciales con este cultivo en el país.
El
pasado de la soya en Venezuela ha estado lleno de incertidumbre. En un
principio, no se pudo escapar a su necesidad ya que es la principal fuente de
aceites comestibles del mundo y durante los últimos años hemos estado
importando más de un millón de toneladas de soya, principalmente en forma de
harina desgrasada como concentrado proteico para la elaboración de alimentos
balanceados para animales y como aceite comestible; y una pequeña proporción la
hemos importado en forma de grano para su industrialización en el país. A pesar
de esta importancia del grano de soya para nuestra alimentación, en el pasado
su cultivo en Venezuela estuvo caracterizado por la siembra de superficies relativamente pequeñas, que sin
embargo permitieron preparar un paquete tecnológico para el manejo del cultivo
y promover investigaciones para desarrollar y evaluar genotipos de buen
comportamiento en nuestras áreas agrícolas.
El
presente de la soya en nuestro país, a pesar de haber ocurrido un incremento en
las áreas sembradas, es deprimente, ya que se han planteado programas para mejorar
su producción que no han tenido el éxito esperado; quizás por no tomar en
cuenta el pasado, por no creer en nuestro conocimiento y basar dichos programas
en tecnología extranjera que quiere imponerse sin evaluación previa. En otras
oportunidades, por tener al frente de estos programas a personas que no conocen
el cultivo, en ocasiones a extranjeros que no conocen nuestro medio rural y
mucho menos las características de nuestros productores. Recordemos la experiencia
con el Grupo Grobo, muy exitoso en su natal Argentina, con un contrato
millonario del gobierno venezolano para la siembra de miles de hectáreas que
prácticamente se perdió en su totalidad. Esto ha contribuido al fracaso de
dichos programas que han tenido un costo enorme sin retribución alguna.
En
el presente de la soya tenemos que hacer referencia a un nuevo movimiento para
su producción en todo el país, pero que tiene sus más dinámicos propulsores en
Portuguesa, lo han denominado “La Ruta de la Soya”, y han estado realizando
siembras comerciales tanto en la temporada de lluvias como en el ciclo de
Norte-Verano que ocurre en los Llanos Occidentales. Los resultados, sin haber
sido extraordinarios, sí han sido prometedores en la medida que se vayan ajustando
algunas prácticas agronómicas. En lo personal, le auguro un buen futuro a este
esfuerzo, ya que ha sido iniciativa de los propios agricultores y quizás
represente su participación en lo que hace unos años, en el 2005, consideré el
renacimiento o palingenesia de la soya en Venezuela.
El
futuro del cultivo de la soya en Venezuela, al igual que el de la mayoría de
los cultivos que se pueden producir en el país, va a depender mucho de las
políticas agrícolas que se implementen. Si realmente queremos lograr una
soberanía alimentaria debemos dedicarnos a la producción agrícola organizada,
priorizada, en la cual el cultivo de la soya debe tener una posición
preponderante. La producción de este grano en el país debe servir para
disminuir sustancialmente la importación de alimentos (aceites comestibles y
concentrados proteicos) y para incrementar la producción agrícola interna, para
aumentar significativamente y productivamente la ocupación de la gente del
campo y para mejorar la fertilidad de nuestros suelos al incorporarles
nitrógeno en forma natural, entre otros beneficios increíbles.
No
debemos permitir que nuestra riqueza petrolera y nuestra economía rentista
sirvan de base para alimentar la flojera y la incuria en nuestros campos
agrícolas, que aún permanecen productivos, gracias entre otras cosas, al tesón
de nuestros agricultores.
Con
excepción de las zonas montañosas y aquellas que permanecen la mayor parte del
año cubiertas con agua, prácticamente todas las regiones del país han sido
utilizadas con mayor o menor intensidad para la evaluación y producción
comercial de soya; sin embargo, pocas de ellas han presentado las condiciones
adecuadas para el éxito del cultivo. Las primeras siembras comerciales exitosas,
promovidas por Protinal, C.A., se realizaron en el Valle de Aroa, estado
Yaracuy, en el año 1967, con la variedad Improved Pelican que había sido la
única con adaptabilidad suficiente para emprender estos programas comerciales, demostrándose
que esta zona del país tiene un gran potencial para la producción de este
grano. A partir de este momento se comenzaron a realizar siembras en otras
regiones con resultados más o menos favorables, pero estos primeros intentos de
establecer el cultivo dentro de nuestros programas agrícolas terminaron en
1975-76, siendo una de las causas principales el precio del grano, el cual era
tan bajo que impedía que la soya compitiera con otros cultivos de mayor
tradición y buenos rendimientos.
A
mediados de los años setenta, en la Universidad de Florida, USA, se produjo la
variedad Júpiter, de comportamiento muy aceptable en regiones tropicales, la
cual comenzó a ser evaluada y multiplicada en Venezuela a partir de 1976 con
resultados bastante satisfactorios. Esta variedad vino a reforzar a la variedad
Improved Pelican y a la vez se utilizó como material para desarrollar nuevas
variedades tropicalizadas.
A
principio de los años ochenta se comenzó a evaluar el manejo de las sabanas
orientales para la producción de soya, lográndose ensamblar distintos aspectos
tecnológicos para lograr el establecimiento exitoso del cultivo de soya en esta
región del país. Como consecuencia de estos esfuerzos, las sabanas de
Anzoátegui y Monagas han sido asiento de la mayor actividad comercial con el
cultivo de la soya, y hasta final de los años ochenta y principio de los
noventa aún se consideraba como un cultivo de importancia. Cabe destacar que en
1988 se llegó a sembrar con soya en esta región cerca de 10.000 ha con excelentes
resultados, indicando que esta zona del país puede llegar a ser la más
importante para el desarrollo del cultivo de la soya en Venezuela.
Efectivamente, para el año 2010, cuando se señala según cifras oficiales que se
ha llegado a sembrar en el país unas 41.000 ha
con soya, más del 80% se ubicó en esta región.
En
1979, en el marco del Programa Fundación Polar-Fusagri, se presentan los
primeros resultados de sus trabajos con soya correspondientes a los Llanos
Occidentales. En esta región se concluyó que las altas precipitaciones y su
gran variabilidad hacia finales de año, dificultan la cosecha y favorecen
enfermedades del grano. Por esta razón, a partir de 1980 este programa se
concentró hacia la región nor-oriental del país, desde El Sombrero en Guárico
hasta El Tigre en Anzoátegui, con menores lluvias y mejor definidas hacia
finales de año que en los Llanos Occidentales, por lo que se consideró, y así
resultó, con mejores condiciones para la explotación comercial de la soya.
Sin
embargo, los Llanos Occidentales no se deben descartar para la producción de
soya, ya que es factible sembrarla como segundo cultivo en lo que se conoce
como ciclo Norte-Verano. Esta opción aún puede requerir algunas evaluaciones,
entre otras cosas, en lo referente al manejo de las fechas de siembra, ciclo de
vida de las variedades, nuevas variedades, fertilización residual y otros
aspectos agronómicos.
En
conclusión, hasta los momentos actuales se tiene que las mejores zonas de
Venezuela para la producción de soya están ubicadas en una extensa área de las
sabanas orientales de Anzoátegui y Monagas, buena parte de la zona de
producción de maíz y similares en el estado Guárico y los Llanos Occidentales
en el ciclo Norte-Verano con algunas evaluaciones previas. Otras zonas ubicadas
en Yaracuy, Aragua, Carabobo, Lara y Zulia, donde se han realizado siembras
menores con relativo éxito, ameritan algunas evaluaciones antes de lanzarse a
programas de grandes extensiones, especialmente en lo relativo a comportamiento
de variedades y manejo de los ciclos de lluvia y fotoperíodo, en conjunción con
las fechas de siembra y poblaciones de plantas.
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Abril
de 2017.
www.pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com
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