miércoles, 12 de febrero de 2020

No hay sacos para los fertilizantes



Pequiven, nuestra industria petroquímica que entre otras cosas realiza la producción de fertilizantes en apoyo a la agricultura venezolana, enfrenta innumerables limitaciones tales como falta de gas natural, pobre suministro de roca fosfórica, energía eléctrica insuficiente para activar a total capacidad los mecanismos de las plantas, accidentes laborales, deterioro de las plantas por falta de mantenimiento, paralización de las mismas por algún repuesto que no llega a tiempo, mala gerencia por desconocimiento de la actividad; y así, múltiples problemas que obstaculizan la producción de fertilizantes nitrogenados y fosfatados, y el procesamiento de los potásicos que se deben importar para producir fertilizantes complejos.

Se puede señalar que todas las plantas de Pequiven están accidentadas por una u otra razón, pero quizás las del Complejo Petroquímico de Morón sean las más representativas porque allí, además de la producción de amoníaco para la fabricación de fertilizantes nitrogenados como la urea, se debe procesar la roca fosfórica para producir ácido fosfórico y el fertilizante fosfato diamónico especial, conocido popularmente como DAPITO. por poseer menor contenido de P2O5 que el DAP (DiAmonium Phosphate).

Las limitaciones del complejo de Morón, también se sufren en las demás instalaciones de Pequiven, como es el caso del Complejo Ana María Campos, ubicado en El Tablazo, Puertos de Altagracia del estado Zulia, donde ha habido momentos en los cuales todas las plantas han estado paralizadas. La zuliana Ana María Campos fue una de las valerosas mujeres, verdaderas heroínas venezolanas que de alguna manera participaron en las luchas para independizarnos de las legiones españolas, unas más conocidas que otras, pero todas dispuestas a arriesgarlo todo por la causa patriótica.

El complejo petroquímico de El Tablazo fue bautizado con el nombre de esta valerosa mujer, Ana María Campos, con el fin de darle la fuerza necesaria para que se convirtiera en un baluarte de nuestra soberanía económica, y no para que terminase como otro elefante blanco símbolo de la administración venezolana del siglo XXI.

La problemática de los fertilizantes no concluye con su bajísima producción, ya que tampoco se dispone de sacos para un adecuado manejo de estos productos. Así, otro de los problemas de Pequiven, es referido a que las plantas de olefinas y poliolefinas no están trabajando eficientemente porque no hay suministro suficiente de propano y de etano, que son materias primas para la producción de dos de las olefinas más importantes: propileno y etileno.

La polimerización de esas olefinas permite producir poliolefinas, que son fibras de polipropileno y polietileno que tienen múltiples usos, entre los cuales se encuentra la fabricación de sacos que sirven para envasar fertilizantes. Esta falta de producción de polietileno y polipropileno causa que las empresas fabricantes de sacos para fertilizantes no puedan operar por falta de materia prima, dificultándose la comercialización de los abonos y su distribución hacia los centros de producción agrícola.

La escasez de sacos no es nueva. Recuerdo que en el 2015, ante la falta de sacos, en Pequiven ofrecían la venta del sulfato de amonio a granel y, en estos momentos del año 2020, están ofreciendo urea a granel. El sulfato de amonio es un fertilizante difícil de manejar, en parte, porque físicamente es un polvo, y si se adquiere sin la protección y la facilidad de manipulación del saco, su transporte, almacenamiento y distribución en las fincas requerirán de equipos e infraestructuras especiales o acondicionadas para este manejo. En el caso de la urea, su almacenamiento a granel puede causar enormes pérdidas debido a su elevada higroscopicidad, requiriendo medidas especiales para mantenerla en óptimas condiciones. Para un pequeño o mediano productor quizás sea imposible disponer de esas facilidades, y quienes puedan hacerlo tendrán gastos adicionales en el proceso productivo por esta causa, y posiblemente una pérdida de producto por problemas de humedad y por otros contaminantes, que pueden causar que las pérdidas superen los límites de tolerancia.

La falta de sacos también implica que las importaciones se tengan que realizar con productos ya envasados, porque ante la escasez de sacos no se puede importar fertilizante a granel para ser ensacado al costado del barco, lo que le daría al producto un valor agregado al utilizar mano de obra, materiales y equipos nacionales. En fin, Pequiven debe revisar sus actividades, su organización, su gerencia, para tratar de aprovechar el potencial que tiene el país en recursos, tanto naturales como de infraestructura, para la producción y distribución de fertilizantes. No se puede justificar que los diferentes complejos petroquímicos del país se encuentren parcialmente paralizados u operando con una eficiencia bajísima, o sus plantas, en algunos casos, totalmente paralizadas. No se puede continuar con una agricultura sin fertilizantes.

Recordemos que: SIN FERTILIZANTES es imposible producir la cantidad de alimentos que necesitamos para satisfacer los requerimientos de la población.

En Amazon está a la venta el libro del autor: “Fertilidad de suelos y su manejo en la agricultura venezolana”. Tiene información muy útil para mejorar la práctica de fertilización de los cultivos, con miras a una mayor productividad y a un mejor trato a los suelos y al ambiente en general.


Pedro Raúl Solórzano Peraza
Febrero de 2020

pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com



martes, 4 de febrero de 2020

Continúa el onirismo oficial con la agricultura



En la fantasía del régimen que impera en Venezuela, la agricultura ha sido uno de los principales protagonistas. El realismo mágico continúa. Los voceros gubernamentales insisten en querer hacer creer a la población que ellos apoyan la producción agrícola, pero ya estamos en una situación en la que es imposible aceptar esas mentiras oficiales. Cada año que pasa disminuye el área sembrada y, de manera concomitante, disminuye la producción de alimentos. Para el 2018 se estimó que se produjo un 20% de los requerimientos alimenticios básicos de la población, y para el 2019 no se tienen cifras, pero esa tendencia de pendiente negativa ha continuado.

En la segunda mitad del año 2017, en el mes de septiembre, el militar que funge de ministro de agricultura mencionó que iban hacia la siembra de 800.000 hectáreas de maíz y 1.000.000 de hectáreas de soya. Además señaló que con el “Plan de Agricultura Soberana 2017-2018”, se reduciría el uso de plaguicidas y fertilizantes, y van orientados hacia la sustitución de híbridos por variedades. Efectivamente, lo único que se cumplió fue que se redujo enormemente el uso de plaguicidas y fertilizantes, pero por la gran caída de la superficie sembrada, y los híbridos de calidad se han sustituido, en muchos casos, por semillas que reciclan los mismos agricultores ante la imposibilidad de poder obtener semillas certificadas de los mejores cultivares para cada región y cada época. Sin embargo, de aquellas millón ochocientas mil hectáreas de maíz y soya no vimos nada.

Maduro, en la presentación de la Memoria y Cuenta del año 2018 y el Plan de la Patria período 2019-2025, indicó que se aprobaron 1.037 millones de euros para garantizar la siembra de 3.235.000 hectáreas. Por supuesto, asignar dinero a un programa no “garantiza” la siembra de los cultivos. Como de costumbre, de esa millonada de hectáreas no se sembró nada. Sería interesante conocer el destino de esos fondos asignados a este programa imaginario.

La más reciente noticia apareció en Visión Agropecuaria del 30/01/2020, la cual expresa lo siguiente: el Ejecutivo Nacional aprueba destinar un millón de hectáreas al PSUV para una producción agrícola extraordinaria, las cuales se sumarían a las superficies planificadas por el MAT. Esta superficie será administrada por Movimientos Campesinos Revolucionarios durante el año 2020. Maduro concluye que estos planes activados y en pleno proceso de desarrollo, demuestran que el año 2020 es de victorias y de trabajo. ¿Cuál será el desenlace de esta nueva fantasía gubernamental?

Sabemos que un programa agrícola necesita una planificación seria, basada sobre qué se va a producir, cuánto, dónde, con qué y con quién se realizará dicho programa. A estas alturas del año, mes de febrero, nos podemos hacer múltiples preguntas, como por ejemplo ¿dónde está ese millón de hectáreas acondicionadas para la siembra? ¿dónde están los insumos; dónde la maquinaria y equipos agrícolas; dónde la infraestructura para la recepción, acondicionamiento y almacenamiento de las cosechas? ¿dónde está la infraestructura para el procesamiento de esa extraordinaria cosecha?

Evidentemente, la eterna improvisación que caracteriza al régimen conducirá al fracaso de esta nueva ilusión, cargada de un fuerte componente demagógico.

La mejor manera de impulsar la agricultura venezolana, es apoyando a los agricultores de tradición, que se encuentran organizados y dispuestos a trabajar en los campos del país, a soportar el radiante sol, los días calurosos, las noches infinitas cuando las plagas atacan ferozmente a los cultivos, esperar las lluvias oportunas y en cantidades adecuadas, coordinar las actividades de recolección y despacho de los productos. Ellos necesitan un acceso seguro a los insumos agrícolas, sin los cuales, tal como se ha visto en los años recientes, la superficie sembrada es poca, los cultivos son pobres por una mal nutrición y los rendimientos son muy bajos. De otra manera, continuará el sueño oficialista de una soberanía alimentaria para los venezolanos.

Pedro Raúl Solórzano Peraza
Febrero de 2020.