Personalmente he considerado que el baloncesto es uno
de los deportes más apasionantes y exigentes, tanto físicamente como
mentalmente. Recuerdo que siendo niño y adolescente practiqué diversos deportes,
por supuesto, como buen venezolano, comencé con el béisbol. Sin embargo, cuando
me inicié en el baloncesto allá en Coche, Caracas, con nuestra divisa “Los
Cedros”, la dedicación a este nuevo hallazgo fue casi exclusiva, con excepción
de algunas “caimaneras” de béisbol y la participación en algunos campeonatos de
softbol y tenis de mesa, estando ya en mis treinta años de edad.
Con la fiebre del baloncesto corriendo por mis venas,
además de practicar diariamente y participar en cuanto campeonato podíamos,
dedicaba tiempo a informarme de este deporte a nivel mundial, por supuesto con
la NBA (National Basket Ball Association) como principal objetivo. Leía
noticias, veía competencias en la TV, y poco a poco fui admirando jugadores
destacados. Recuerdo las referencias de Bill Russell, la espectacularidad de
Wilt Chamberlain, el famoso gancho de Abdul Jabbar, la gracia y efectividad de
Jerry West, la magia de “Magic” Johnson y otros, hasta que llegó Michael Jordan
y copó la escena. Era imposible dejar de ver cualquier partido en el cual
participara este jugador y me imaginé, que después de Jordan, difícilmente
surgiría otra superestrella en este deporte.
Al retirarse Jordan de las canchas fui perdiendo el
interés, compartía el tiempo con otros deportes, surgieron Johan Santana y
Miguel Cabrera atrayendo mis simpatías hacia el béisbol nuevamente. No obstante
mi poca dedicación al baloncesto, pude ver surgir nuevas figuras como Kobie
Bryant, Kevin Durant. Le Bron James y otros admirables jugadores, pero sin calzar
los zapatos de Jordan. Sin embargo, apareció otro jugador, Stephen Curry, a
quien al principio evalué tan solo como un individuo con gran puntería para
marcar cestas de tres puntos. Estaba equivocado, Curry tiene muchas cualidades
como jugador de baloncesto y estando aún joven, quizás falta bastante por ver
de esta nueva superestrella.
Físicamente, Jordan y Curry han tenido en común no ser
de los más altos de sus equipos, jugar con gran entusiasmo y tener un
“dribling” endemoniado, pero a la vez, tienen grandes diferencias. Jordan es de
contextura más fuerte, muy ágil, que a pesar de su tamaño, en la cancha sus
brazos y manos se veían por encima de todos los jugadores gigantescos cuando se
trataba de realizar una clavada o tomar un rebote, o incluso cuando disparaba
un jump shot (lanzamiento que llamábamos americano en mis tiempos), tenía muy
buena puntería, era muy elástico en sus movimientos, con gran habilidad para
“robar” balones y realizar pases acrobáticos o fantasiosos. Como conductor del
equipo, poseía una gran visión para distribuir juego y administrar el tiempo
para lograr el triunfo y, a pesar de su espectacular ofensiva, llegó a ser el mejor
jugador defensivo de una temporada de la NBA.
Ahora le he dedicado tiempo a admirar a Curry, quien juega
con mucha menos fuerza que Jordan pero con mayor sutileza, debido quizás a que
su físico no le permite ir más allá. Tiene un “dribling” muy bueno, realiza
pases de fantasía engañando a sus oponentes, juega desde afuera, penetra, pero
lo que más me ha impresionado es que juega con un “Balón Embrujado”. De otra
manera no se explica que repetidas veces, cayéndose porque lo empuja un
contrario, marcado a presión por jugadores que parecen unos gigantes a su lado,
recibiendo un balón en una posición incómoda y en otras situaciones difíciles,
lanza el balón al aire, algunas veces sin ver hacia donde pero conociendo la
dirección hacia donde debe ir, el balón rebota en el tablero, brinca en el aro
y se eleva, o simplemente no toca aro si no solamente la malla cuando pasa a
través de ella. Siempre encesta, son manifestaciones increíbles que solo son
posibles porque el balón está embrujado. Volviendo a mi apreciación inicial,
Curry es el más eficiente anotador de cestas de tres puntos, desde donde lance
el balón, marcado o sin marca, frente al aro o a los lados, saltando o con los
pies bien puestos sobre la cancha, encesta. Hemos visto que alguna vez un
jugador encestó el balón más allá de la media cancha, lo cual en la mayoría de
los casos es casualidad. Pero con Curry esto no es fortuito, ya que lo repite
cada vez que tiene oportunidad.
Incursionando un poco en la vida privada de Stephen
Curry nos encontramos con que es hijo de un deportista que pasó varios años
como jugador de la NBA, lo que influyó en que Stephen se dedicara al baloncesto
desde muy temprana edad. Además, hemos conocido que es una persona muy
filantrópica y muy religiosa, es un cristiano que agradece a Dios sus éxitos y
lo demuestra en sus intervenciones y lo predica en sus zapatos donde se aprecia
la inscripción 4:13, que corresponde
al capítulo 4, versículo 13, de la Carta de Pablo a Los Filipenses, el cual
dice: “Todo lo puedo en Aquel que me fortalece”. Por lo tanto, parece ser que
el balón al llegar a las manos de Curry no está embrujado, sino más bien se
convierte en un “Balón Santificado”.
En estos momentos, para mí, Michael Jordan sigue
siendo el mejor y más espectacular jugador de baloncesto de todos los tiempos,
pero Curry aún es suficientemente joven para seguir mejorando e imponiendo
marcas. Así mismo, no se sabe hasta donde podrán llegar Kevin Durant y Le Bron
James, otras dos superestrellas de este deporte.
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