domingo, 10 de septiembre de 2017

A propósito del Día Mundial de la Agricultura

Pedro Raúl Solórzano Peraza
Septiembre de 2017

La agricultura, ese arte de cultivar la tierra, tiene su origen en el Período Neolítico (del griego neo-nuevo y litos-piedra) o Edad de la Piedra Nueva o Pulida, ya que de la Piedra Tallada del Paleolítico se pasa a pulir la piedra para fabricar armas y otros objetos tales como implementos para el trabajo. Es uno de los períodos de la Edad de Piedra y se considera que abarca desde el año 6000 hasta el año 3000 a.C. En ese período ocurre lo que se ha denominado la Revolución Neolítica, la cual se refiere a la gran transformación que sufre la forma de vida de la humanidad, que va pasando de nómada a sedentaria ya que se pasa de una economía recolectora (recolección de frutos, caza y pesca) a una economía productora (agricultura vegetal y animal).

El hombre, al inicio de su presencia en la tierra, se alimentaba de vegetales que recolectaba en la naturaleza, andaba como un mono saltando de árbol a árbol recolectando frutos y robando huevos de los nidos de ciertas aves. También se alimentaba de carnes provenientes de cacerías y de la pesca. Así, poco a poco fue descubriendo las especies de mejor sabor, las que no ofrecían problemas de toxicidad para el organismo y que tenían valor alimenticio porque saciaban su hambre y lo ayudaban a mantenerse saludable.

Con el transcurrir del tiempo llega un momento en el cual comienza a nacer la agricultura, ya que los vegetales recolectables se iban haciendo escasos, el proceso de obtenerlos implicaba caminar cada vez mayores distancias y mayores exposiciones a peligros, y el hombre entonces comienza a cultivar esas especies útiles con el objeto de concentrar su producción en áreas pequeñas y de fácil acceso. Consecuentemente, el hombre comienza a establecerse en sitios más o menos fijos, a domesticar y criar animales comestibles y útiles para el trabajo,  desarrollando centros poblados. Así van naciendo las grandes ciudades de la antigüedad, y el hombre nómada comienza a ser más sedentario.

Si prestamos atención a la localización de esas grandes ciudades, podemos apreciar que se desarrollaban a orillas de importantes cursos de agua potable, de ríos imponentes que permitían completar las dietas de la época con el agua y la rica fauna acuática, que era fundamental en la alimentación del ser humano. Esas mismas fuentes de agua comenzaron a ser utilizadas también para regar las plantas que el hombre cultivaba, ya que se dio cuenta que durante la época seca, sin lluvias o con precipitaciones insuficientes, las plantas agradecían la aplicación de agua, y esto vino a ser el inicio de lo que hoy se conoce como agricultura de riego.

Así se fueron desarrollando civilizaciones, y fueron creciendo las poblaciones y hubo necesidad de comenzar a incrementar la producción de alimentos. Ante esta situación, el hombre también comenzó a percatarse que las plantas cultivadas en ciclos sucesivos en un mismo sitio cada vez crecían menos, que las plantas iban perdiendo progresivamente vigor y el verdor natural de plantas sanas, en la medida que se cultivaban los mismos terrenos año tras año, cayendo la producción de alimentos por unidad de superficie en forma alarmante.

Por supuesto, el hombre que ahora tenía más tiempo para pensar, empezó la búsqueda de soluciones a esta disminución del crecimiento de las plantas. Una de sus primeras observaciones fue cuando tuvo que comenzar a invadir nuevos terrenos en áreas vírgenes para establecer sus cultivos, y observó que en esos suelos recién incorporados a la producción de alimentos las plantas cultivadas volvían a crecer sanas y robustas, recuperando el verdor característico de su follaje. En este momento podemos decir que comienza la agricultura itinerante, una actividad prácticamente ambulante que permitía que los terrenos una vez cultivados fuesen abandonados temporalmente, descansaran y se recuperaran con el tiempo, para poder ofrecer de nuevo la riqueza necesaria para que los cultivos volvieran a producir cosechas abundantes. Esto ocurre porque las plantas extraen los nutrientes del suelo para incorporarlos a sus tejidos u otros compuestos, luego, cuando se realiza una cosecha más intensiva que la natural recolección que antes realizaba el hombre, y los nutrientes se retiran en los productos cosechados en cantidades relativamente altas, comienzan a disminuir las reservas nutritivas del suelo, éstos se van empobreciendo y consecuentemente la nutrición de las plantas comienza a ser deficiente, originándose todas esas situaciones de pobre crecimiento que hemos mencionado.

Esa agricultura itinerante también dio inicio a la aplicación al suelo de toda clase de residuos orgánicos, para ayudar a recuperar los suelos,  dándole mejores condiciones a las plantas para un mayor crecimiento, mayor rendimiento y productos de mejor calidad. Así el hombre fue descubriendo los mejores residuos y comenzó a explorar y evaluar todo lo que podría serle útil con esta finalidad, hasta que llegó a descubrir entre otras, dos cosas muy importantes. Una, el gran valor de los excrementos animales como fuentes de nutrientes y como mejoradores del suelo, que lo llevó a utilizar excrementos de muy variadas especies animales incluyendo favorablemente los de las especies que comenzaba a domesticar. Esto, además, lo llevó hasta explotar, aplicar y agotar las grandes concentraciones mundiales de excrementos de aves y murciélagos conocidas genéricamente como “guanos”. La otra, que fue la base para el posterior nacimiento de la industria de fertilizantes fosfatados, fue observar el gran efecto positivo que sobre el crecimiento de las plantas ejercía la incorporación al suelo de huesos molidos o calcinados.

Cuando el guano comienza a agotarse el hombre echa mano a otro descubrimiento que transitoriamente le iba a solucionar su problema de suministro de nutrientes a las plantas cultivadas, el cual fue la ubicación de yacimientos de salitre en varias partes del mundo, pero mayormente concentradas al norte de Chile, por lo que se ha conocido como “salitre chileno”. Este producto es una mezcla de nitratos, entre los cuales predomina abiertamente el nitrato de potasio, por lo que dicho producto vino a ser fuente de los dos nutrientes que la mayoría de las plantas requieren o acumulan en mayores cantidades, el nitrógeno y el potasio.

Al conocerse la existencia y las bondades del salitre, comienza su explotación intensiva en el siglo antepasado para ser utilizado como fertilizante en la agricultura de Europa y USA, que se convierten en los grandes consumidores de este producto. Sin embargo, la rápida explotación de los yacimientos de salitre no ocurrió debido solamente a su uso como fertilizante, sino que comenzaron a descubrirse otros usos del mismo, destacando su utilidad para la fabricación de explosivos y municiones.

El uso bélico del salitre fue determinante para que pronto comenzara a escasear. Esa escasez, unida a las dificultades de Alemania para obtenerlo durante la Primera Guerra Mundial a comienzos del siglo XX, debido a que los ingleses controlaban y bloqueaban el paso de los buques hacia el norte de Europa, vino a ser causa de otro de los grandes avances tecnológicos del hombre: la fijación artificial del nitrógeno atmosférico para la síntesis de amoníaco.

El amoníaco es la base para la síntesis del resto de productos nitrogenados comenzando con el ácido nítrico. Desde ese momento, el hombre comienza a producir mortíferos explosivos, como por ejemplo la nitroglicerina y uno de sus derivados, la dinamita. Esos hallazgos, esos avances tecnológicos, también van a ser utilizados en la producción de otros materiales, entre los cuales destacan los fertilizantes nitrogenados. Estos fertilizantes van a favorecer aumentos considerables de los rendimientos en la moderna actividad de producción de alimentos, que han sido particularmente necesarios después de la II Guerra Mundial, cuando comienza a incrementarse la población mundial aproximándose a una tendencia exponencial, como lo planteaba a finales del siglo XVIII el tan nombrado economista británico Thomas Robert Malthus (1776-1834). Sin embargo, la solución maltusiana fue recomendar la restricción voluntaria de nacimientos de niños, mientras que los fertilizantes van por otra vía, que es la de favorecer el incremento de la producción de alimentos para procurar satisfacer los requerimientos de esa población en franca expansión.

Creo que así nació y fue evolucionando la agricultura en el mundo, aunque en este caso esta historia tiene un sesgo muy marcado hacia la importancia de los fertilizantes en la producción de alimentos, sesgo que casi nunca logro eliminar en mis escritos.

Recordemos que: SIN FERTILIZANTES es imposible producir la cantidad de alimentos que necesitamos para satisfacer los requerimientos de la población.

En Amazon está a la venta el libro del autor: “Fertilidad de suelos y su manejo en la agricultura venezolana”. Tiene información muy útil para mejorar la práctica de fertilización de los cultivos, con miras a una mayor productividad y a un mejor trato a los suelos y al ambiente en general.

Pedro Raúl Solórzano Peraza
Septiembre de 2017.


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