ALGUNAS COSAS ABSURDAS DE LOS
FERTILIZANTES EN VENEZUELA
Pedro Raúl Solórzano Peraza
Marzo de 2017.
Las plantas, como
todos los seres vivos, necesitan alimentarse. Para ello requieren agua, aire y
nutrientes minerales; y dentro de estos últimos están los nutrientes esenciales
que se agrupan en macro y micronutrientes. La razón para esta separación es que
los macronutrientes (nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio y azufre)
son requeridos en cantidades relativamente grandes, por ejemplo: pudiéramos
decir que en promedio se deben aplicar 120 kg de nitrógeno (N) por hectárea
cultivada (excepto en especies leguminosas), lo que para 1.000.000 de hectáreas
significa aplicar 120.000 toneladas de N, equivalentes a más de 260.000
toneladas de urea. Por otro lado, los micronutrientes (hierro, cobre,
manganeso, zinc, boro, molibdeno y cloro) son requeridos en cantidades relativamente
pequeñas, por ejemplo: pudiéramos decir que en promedio se deben aplicar 150
gramos de zinc (Zn) por hectárea cultivada, lo que para 1.000.000 de hectáreas
significa aplicar 150 toneladas de Zn, equivalentes a unas 370 toneladas de
sulfato de zinc. Es decir, se necesita aplicar 703 veces más urea que sulfato
de zinc para cubrir, en promedio, los requerimientos de un cultivo en esos dos
nutrientes.
Por supuesto, todos
esos nutrientes tienen la misma importancia para las plantas, ya que la
insuficiencia de cualquiera de ellos puede causar anormalidades en el
crecimiento y rendimiento de las diferentes especies vegetales. Sin embargo,
por la magnitud de sus necesidades, los macronutrientes son más importantes que
los micronutrientes desde el punto de vista comercial, por lo que generalmente
cuando nos referimos a los fertilizantes se habla de aquellos que contienen
macronutrientes. Venezuela tiene inmensos recursos para producir fertilizantes
a base de nitrógeno, fósforo (P), calcio (Ca) y azufre (S); pero una ausencia
total de potasio (K), ya que parece ser que todos los yacimientos importantes
de silvita y silvinita están localizados en el hemisferio norte del planeta,
con excepción de algo de silvinita en Brasil. Así mismo, hasta ahora no se han
localizado depósitos importantes de magnesio en el país, más allá de las minas
de roca caliza dolomítica que tienen un tenor relativamente bajo en este
elemento.
Sobre
la base de los recursos disponibles en el país, en 1953 se crea la industria petroquímica nacional que
pasa a Instituto Venezolano de Petroquímica (IVP) en 1956, para comenzar la
producción interna de fertilizantes utilizando gas natural y roca fosfórica,
elementos fundamentales para la producción de fertilizantes nitrogenados y
fosfatados respectivamente y además, muy abundantes en el país. Los
fertilizantes a base de potasio y de micronutrientes se importaban desde que
comenzó la industria nacional.
A pesar de que Venezuela
tiene una capacidad potencial de producción de fertilizantes nitrogenados y
fosfatados bastante grande, es muy desalentador ver como la producción real ha
venido disminuyendo progresivamente por problemas en las plantas productoras,
especialmente falta de mantenimiento oportuno y escasez de materia prima, como
es el caso del suministro insuficiente de gas natural a las plantas que sintetizan
amoníaco y las limitaciones que se están originando en el suministro de roca
fosfórica a la planta de Morón, desde las minas de Riecito en Falcón.
Así, para el año 2004,
Venezuela llega a tener una capacidad potencial de producción de abonos
nitrogenados de 2.510.000 toneladas, que representa el 32% de la capacidad de
producción de toda Latinoamérica, pero ese año solamente se produjeron unas
370.000 toneladas, lo que representó aproximadamente el 15% del potencial de
producción. Ese mismo año, solamente se llegó a procesar 350.000 toneladas de
roca fosfórica micronizada para producir ácido fosfórico, fosfato diamónico
especial (conocido en el mercado como DAPITO), y roca fosfórica parcialmente
acidulada (conocida en el mercado como Superphosfertil), cifras que están muy
por debajo de la capacidad potencial de producción de fertilizantes fosfatados.
Esto ha motivado a que en la actualidad más del 40% de los fertilizantes
comercializados en el país sean importados.
Es absurdo que esa
capacidad instalada y esos recursos: aire (con más de 70% de nitrógeno) y gas
natural para la síntesis de amoníaco (NH3) que es el precursor de
todos los fertilizantes nitrogenados; y roca fosfórica, en cuyos yacimientos
tenemos recursos inferidos por más de 2.600 millones de toneladas, que
cubrirían nuestra demanda actual por P2O5 durante más de
1.600 años; no se estén utilizando para producir más fertilizantes N-P-K y podamos
dejar la dependencia de costosas importaciones que solo quedarían limitadas a
fuentes de potasio.
A partir del año 2006,
todas las funciones de producción, importación y distribución de los
fertilizantes en el territorio nacional pasan a la responsabilidad de PEQUIVEN,
empresa que conjuntamente con el Ministerio de Agricultura y Tierras y otros
organismos del sector oficial, estiman las necesidades anuales de fertilizantes
según las áreas a sembrar programadas para cada cultivo.
Quizás una de las causas de
las ventas limitadas de fertilizantes en el país, que últimamente se han
estabilizado en unas 800.000 toneladas por año, y de la mala práctica de la
fertilización de los cultivos, sea la forma en que esos organismos oficiales
estiman las necesidades de estos productos para los programas agrícolas. En mi
opinión, el criterio básico que priva en este caso es que se utilice la menor
cantidad posible de fertilizantes en la agricultura. En los años recientes,
para cereales (arroz, maíz y sorgo) que son los mayores consumidores de estos
insumos, se ha establecido la dosis única e insuficiente de 200 kg de fórmula
10-20-20 CP para ser aplicada en todos los sistemas suelo-planta-clima del país,
que son tan diferentes. Esto obedece a que siendo un insumo muy subsidiado y
ser importado en más de un 40%, se convierte en una carga para el estado, por
lo tanto, se debe ahorrar. Pero lo insólito por irracional, lo absurdo, es que
se quiera ahorrar en función de un pésimo uso de los fertilizantes. Esto
desvirtúa cualquier recomendación que quiera hacerse para mejorar la práctica
de fertilización de cultivos en el país.
Por supuesto, lo anterior
anula todos los esfuerzos que puedan realizarse para hacer de la fertilización
una práctica ajustada a los avances tecnológicos actuales. Con esas condiciones
de distribución y oferta de los fertilizantes a los agricultores no tiene
sentido realizar análisis de suelos, ni de tejidos, ni se requieren programas
de fertilización específicos para sistemas suelo-planta-clima específicos.
Además, es absurdo que con tantos recursos naturales e industriales, nuestros
agricultores aún no dispongan en sus fincas de los fertilizantes requeridos
para el ciclo de secano de este año 2017.
Pedro Raúl Solórzano
Peraza
Marzo de 2017.
No hay comentarios:
Publicar un comentario