SOYA: de un camino escabroso a la
expedita “Ruta de la Soya”
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Noviembre
de 2016
La
soya ha sido en Venezuela y en cualquier otro país del mundo, un cultivo digno
de ser deseado. La planta de soya ofrece muchas ventajas en los campos
sembrados donde es capaz de aportar nitrógeno a los suelos, que luego puede ser
aprovechado por cultivos subsecuentes, y es excelente como cultivo de rotación con
especies gramíneas para romper ciclos de malezas, plagas y enfermedades. Del
grano de soya se separa su harina que indirectamente acompaña en la mesa a los
ciudadanos del mundo, prácticamente a diario, cuando lo consumimos en forma de
huevos, carnes de pollos y de cerdos, muchas veces como leche u otros lácteos, algunas
veces como carne de res; y muy frecuentemente cuando su aceite exorna y
saboriza las ensaladas, o forma parte de los ingredientes para preparar los
alimentos, especialmente las frituras.
El
origen de la soya se ubica en las extensas tierras de China y su descubrimiento
se remonta al año 2838 antes de Cristo cuando fue descubierta por el Emperador
Chino, Shen Hung. Su expansión por el mundo y su presencia en Venezuela las
resume el Dr. Eduardo Mendoza Goiticoa en un prólogo que tuvo la bondad de
escribir para un libro que publiqué en 1992 (La Soya: su Producción en Venezuela)
y editó Protinal, C.A., de la siguiente manera: …. “ha sido en época
relativamente reciente cuando comenzó su propagación en Europa y en América.
Después de propagarse por todo el mundo asiático, invadió Francia cuando en
1740, unos misioneros franceses la sembraron en el Jardin des Plants de París.
En 1814 ya estaba en el Royal Garden de Kew, en Londres y aún cuando Mease la
menciona como existente en Norteamérica para 1804, no es sino en 1829 cuando oficialmente se
sabe que el técnico Nuttal la cultiva, en pequeña escala en Cambridge,
Massachusetts……….
…..En
Venezuela comienza a pensarse en su cultivo en 1936 en la época cuando el
General Eleazar López Contreras, nombra Ministro de Agricultura y Cría a ese
eminente venezolano llamado Alberto Adriani, quien entre sus programas a
emprender incluye el cultivo de la soya con fines forrajeros y de mejoramiento
del suelo. Sin embargo, debido a la muerte prematura del doctor Adriani, fue el
ministro doctor Amenodoro Rangel Lamus, quien inició el cultivo en tierras de
Aragua……..
…..Si
uno revisa con detenimiento la trayectoria del cultivo de la soya en nuestro
país, aprecia los incomprensibles altibajos que el mismo ha tenido. Adriani
quiere iniciarlo y no lo logra, Rangel Lamus comienza y por circunstancia que
desconocemos se trunca la experiencia. El doctor Rafael Chirinos Lares se
asocia con un agrónomo polaco –años 44-46- y comienza su siembra en Tocorón y
también deja la tarea a medio camino, a pesar de los buenos resultados
obtenidos con la variedad Santa María introducida por ellos mismos……..
…..Así
llegamos al año 1952 cuando Protinal en su loable afán de que se produzcan en
el país los insumos que requiere la industria de alimentos concentrados para
animales, comienza un programa de investigación con miras al cultivo en gran
escala, programa que estuvo a cargo del doctor Santiago Fedón, apreciado
profesional de grata memoria. Este programa lo continuó el doctor Helio Campos
Giral con la colaboración del autor de este libro. El trabajo ha sido largo,
tesonero y constante, todo lo cual ha contribuido al éxito obtenido………
…..Este
esfuerzo de Protinal ha tenido una magnífica resonancia en la Fundación Polar
que ha coronado exitosamente una labor, tanto en el campo de la investigación
como en el de la propagación. Estos hechos trascendentales constituyen
instrumentos idóneos para que nuestros agricultores, basados en esas
experiencias, se dediquen a satisfacer la creciente demanda de soya que tiene
la industria, abastecida en la actualidad por importaciones cuantiosas que
están en el orden del millón de toneladas anuales. La importancia de que
nuestros agricultores satisfagan los requerimientos anotados, puede apreciarse
en el hecho de que, calculando un rendimiento de 2.000 kilogramos por hectárea,
se necesitaría sembrar 500.000 hectáreas, lo cual supondría la creación de 35.000 empleos directos, con un
financiamiento de más de 900.000.000 de bolívares y un ahorro en divisas de más
de 120.000.000 dólares (?) todo ello sin incluir la liberación del mercado
foráneo…….”
En
1967 se realizó lo que puede considerarse la primera siembra comercial de soya
en el país, utilizando la variedad Improved Pelican, en el Valle de Aroa,
promovida y financiada por Protinal, C.A. En total se sembraron 301 ha con un
rendimiento promedio de 1.457 kg/ha y hubo un agricultor con rendimiento
promedio en su finca superior a 2.000 kg/ha, excelente para la época además de
resaltar las grandes oportunidades que brindaba el país para la producción de
soya. Posteriormente se realizaron otras siembras en diversas regiones con
resultados favorables, pero estos intentos de establecer el cultivo dentro de
nuestros programas agrícolas terminaron alrededor de 1975-1976, siendo una de
las causas principales el precio del grano, el cual era tan bajo que impedía a
la soya competir con otros cultivos de mayor tradición y potencial de
rendimiento como maíz y sorgo granífero.
A
partir de 1977, mediante un convenio entre Fundación Polar y Fusagri se inició
un estudio para evaluar la factibilidad agroeconómica de la producción de soya
en Venezuela. En 1979, Rodriguez y colaboradores presentan resultados
preliminares de estos trabajos correspondientes a los Llanos Occidentales, concluyendo
que las altas precipitaciones y su gran variabilidad hacia finales de año,
dificultan la cosecha y favorecen enfermedades del grano. Por esta razón, a
partir de 1980 este programa de concentró hacia la región nororiental del país
con menores lluvias y más definidas hacia finales de año, por lo que se
consideró con mejores condiciones para la explotación comercial de la soya.
Ese
convenio Fundación Polar-Fusagri también incluyó un proyecto para el
mejoramiento de plantas, iniciado en 1979 en cooperación con el doctor Kuell
Hinson de la Universidad de Florida, USA, con el objeto de producir cultivares
poco sensibles al fotoperíodo y buscar tolerancia a enfermedades fungosas del
grano. Los resultados de este convenio fueron muy positivos, al punto que aún
se dispone de semillas de estas variedades y de otras desarrolladas
posteriormente por la Fundación DANAC, que pudieran utilizarse en programas
comerciales.
Adicionalmente
a las evaluaciones agronómicas, el Instituto Venezolano de Investigaciones
Científicas (IVIC) comenzó en 1978 un proyecto de investigación en fijación
simbiótica de N con la creación de un laboratorio de Rhyzobiología, para
producir inoculantes nacionales. Los primeros inoculantes para soya salieron al
mercado en el año 1981, identificados como Nitrobac.
Durante
los años noventa y en lo que va de este siglo se han realizado algunas siembras
menores, que a pesar de las pequeñas áreas sembradas han permitido seguir
introduciendo variedades, especialmente de Brasil, y continuar mejorando las
prácticas agronómicas para el manejo de este cultivo.
El
actual gobierno, el socialismo del siglo XXI, estableció un complejo
agroindustrial para producción y procesamiento de soya, ubicado en las
inmediaciones de la población de El Tigre, estado Anzoátegui, donde aspiraban
sembrar al menos 15.000 ha y producir alimentos a base de soya para consumo humano directo y utilizar
buena parte de la harina en una planta de alimentos balanceados para animales.
Se han cometido muchos errores en la implementación de este programa, con
resultados muy negativos, que no han permitido su proyección hacia la región y
el país en cuanto a la promoción del cultivo.
Esta
breve reseña sobre el desarrollo del cultivo de la soya en Venezuela destaca el
optimismo que siempre ha existido en las personas que aspiran su producción
comercial. Ese camino recorrido por la soya, aunque tortuoso y escabroso, ha
permitido que se haya aprendido mucho sobre los aspectos agronómicos para su
producción y que permanentemente exista un interés renovado por su cultivo,
especialmente por parte de los agricultores que ven a esta planta como un
recurso extraordinario para el enriquecimiento de los suelos, para recuperar la
sanidad de nuestros sistemas suelo-planta, para ahorrar las divisas que se
utilizarían en la importación tanto de aceite comestible como de concentrado
proteico para la industria de alimentos balanceados para animales y para el
enriquecimiento de variados alimentos para humanos, en particular raciones para
niños.
Hoy,
somos testigos de un nuevo renacer de la soya en Venezuela, pero en esta
oportunidad la iniciativa surge de los propios agricultores, aparentemente muy
bien organizados, por lo que se augura su éxito. Recientemente he podido ver
informaciones relativas al inicio de la cosecha de soya en Turén, estado
Portuguesa, y en el eje Guárico-Monagas.
En
Turén, con la presencia de “nuevos soyeros” como el Ingeniero Agrónomo Ramón Elías
Bolotín, quien permanentemente informa sobre la marcha de la recolección del
grano y contagia a propios y extraños con las bondades de este cultivo. Hacia
el centro y oriente del país, con la presencia de agricultores con experiencia
de varios quinquenios insistiendo con el cultivo, como Pedro Solano,
tradicional ganadero, quien compartiendo su amor por la tierra con actividades
de producción vegetal ha mantenido viva la llama que da calor a la soya, desde
su natal poblado de El Socorro en el
estado Guárico hasta El Tejero en el estado Monagas. Instituciones como
Fundación DANAC por intermedio del Ingeniero Alezones y UCLA por intermedio del
Decano Nerio Naranjo, están colaborando estrechamente con la marcha de este
ambicioso programa, ya que las instituciones que representan mantienen
programas de mejoramiento genético para la generación de nuevas variedades de
soya.
Todos
estamos deseosos de los buenos resultados de estas cosechas, todos estamos
pendientes de que se propague, se amplíe el área cultivada con esta singular
leguminosa, y que finalicen los tropiezos, los
altibajos, los obstáculos, para que sea expedita esta “Ruta de la Soya”,
como la han bautizado estos valientes y progresistas agricultores venezolanos.
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Noviembre
de 2016
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