viernes, 18 de noviembre de 2016

SOYA: de un camino escabroso a la expedita “Ruta de la Soya”

Pedro Raúl  Solórzano Peraza
Noviembre de 2016

La soya ha sido en Venezuela y en cualquier otro país del mundo, un cultivo digno de ser deseado. La planta de soya ofrece muchas ventajas en los campos sembrados donde es capaz de aportar nitrógeno a los suelos, que luego puede ser aprovechado por cultivos subsecuentes, y es excelente como cultivo de rotación con especies gramíneas para romper ciclos de malezas, plagas y enfermedades. Del grano de soya se separa su harina que indirectamente acompaña en la mesa a los ciudadanos del mundo, prácticamente a diario, cuando lo consumimos en forma de huevos, carnes de pollos y de cerdos, muchas veces como leche u otros lácteos, algunas veces como carne de res; y muy frecuentemente cuando su aceite exorna y saboriza las ensaladas, o forma parte de los ingredientes para preparar los alimentos, especialmente las frituras.

El origen de la soya se ubica en las extensas tierras de China y su descubrimiento se remonta al año 2838 antes de Cristo cuando fue descubierta por el Emperador Chino, Shen Hung. Su expansión por el mundo y su presencia en Venezuela las resume el Dr. Eduardo Mendoza Goiticoa en un prólogo que tuvo la bondad de escribir para un libro que publiqué en 1992 (La Soya: su Producción en Venezuela) y editó Protinal, C.A., de la siguiente manera: …. “ha sido en época relativamente reciente cuando comenzó su propagación en Europa y en América. Después de propagarse por todo el mundo asiático, invadió Francia cuando en 1740, unos misioneros franceses la sembraron en el Jardin des Plants de París. En 1814 ya estaba en el Royal Garden de Kew, en Londres y aún cuando Mease la menciona como existente en Norteamérica para 1804,  no es sino en 1829 cuando oficialmente se sabe que el técnico Nuttal la cultiva, en pequeña escala en Cambridge, Massachusetts……….

…..En Venezuela comienza a pensarse en su cultivo en 1936 en la época cuando el General Eleazar López Contreras, nombra Ministro de Agricultura y Cría a ese eminente venezolano llamado Alberto Adriani, quien entre sus programas a emprender incluye el cultivo de la soya con fines forrajeros y de mejoramiento del suelo. Sin embargo, debido a la muerte prematura del doctor Adriani, fue el ministro doctor Amenodoro Rangel Lamus, quien inició el cultivo en tierras de Aragua……..

…..Si uno revisa con detenimiento la trayectoria del cultivo de la soya en nuestro país, aprecia los incomprensibles altibajos que el mismo ha tenido. Adriani quiere iniciarlo y no lo logra, Rangel Lamus comienza y por circunstancia que desconocemos se trunca la experiencia. El doctor Rafael Chirinos Lares se asocia con un agrónomo polaco –años 44-46- y comienza su siembra en Tocorón y también deja la tarea a medio camino, a pesar de los buenos resultados obtenidos con la variedad Santa María introducida por ellos mismos……..

…..Así llegamos al año 1952 cuando Protinal en su loable afán de que se produzcan en el país los insumos que requiere la industria de alimentos concentrados para animales, comienza un programa de investigación con miras al cultivo en gran escala, programa que estuvo a cargo del doctor Santiago Fedón, apreciado profesional de grata memoria. Este programa lo continuó el doctor Helio Campos Giral con la colaboración del autor de este libro. El trabajo ha sido largo, tesonero y constante, todo lo cual ha contribuido al éxito obtenido………

…..Este esfuerzo de Protinal ha tenido una magnífica resonancia en la Fundación Polar que ha coronado exitosamente una labor, tanto en el campo de la investigación como en el de la propagación. Estos hechos trascendentales constituyen instrumentos idóneos para que nuestros agricultores, basados en esas experiencias, se dediquen a satisfacer la creciente demanda de soya que tiene la industria, abastecida en la actualidad por importaciones cuantiosas que están en el orden del millón de toneladas anuales. La importancia de que nuestros agricultores satisfagan los requerimientos anotados, puede apreciarse en el hecho de que, calculando un rendimiento de 2.000 kilogramos por hectárea, se necesitaría sembrar 500.000 hectáreas, lo cual supondría la  creación de 35.000 empleos directos, con un financiamiento de más de 900.000.000 de bolívares y un ahorro en divisas de más de 120.000.000 dólares (?) todo ello sin incluir la liberación del mercado foráneo…….”

En 1967 se realizó lo que puede considerarse la primera siembra comercial de soya en el país, utilizando la variedad Improved Pelican, en el Valle de Aroa, promovida y financiada por Protinal, C.A. En total se sembraron 301 ha con un rendimiento promedio de 1.457 kg/ha y hubo un agricultor con rendimiento promedio en su finca superior a 2.000 kg/ha, excelente para la época además de resaltar las grandes oportunidades que brindaba el país para la producción de soya. Posteriormente se realizaron otras siembras en diversas regiones con resultados favorables, pero estos intentos de establecer el cultivo dentro de nuestros programas agrícolas terminaron alrededor de 1975-1976, siendo una de las causas principales el precio del grano, el cual era tan bajo que impedía a la soya competir con otros cultivos de mayor tradición y potencial de rendimiento como maíz y sorgo granífero.

A partir de 1977, mediante un convenio entre Fundación Polar y Fusagri se inició un estudio para evaluar la factibilidad agroeconómica de la producción de soya en Venezuela. En 1979, Rodriguez y colaboradores presentan resultados preliminares de estos trabajos correspondientes a los Llanos Occidentales, concluyendo que las altas precipitaciones y su gran variabilidad hacia finales de año, dificultan la cosecha y favorecen enfermedades del grano. Por esta razón, a partir de 1980 este programa de concentró hacia la región nororiental del país con menores lluvias y más definidas hacia finales de año, por lo que se consideró con mejores condiciones para la explotación comercial de la soya.

Ese convenio Fundación Polar-Fusagri también incluyó un proyecto para el mejoramiento de plantas, iniciado en 1979 en cooperación con el doctor Kuell Hinson de la Universidad de Florida, USA, con el objeto de producir cultivares poco sensibles al fotoperíodo y buscar tolerancia a enfermedades fungosas del grano. Los resultados de este convenio fueron muy positivos, al punto que aún se dispone de semillas de estas variedades y de otras desarrolladas posteriormente por la Fundación DANAC, que pudieran utilizarse en programas comerciales.

Adicionalmente a las evaluaciones agronómicas, el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) comenzó en 1978 un proyecto de investigación en fijación simbiótica de N con la creación de un laboratorio de Rhyzobiología, para producir inoculantes nacionales. Los primeros inoculantes para soya salieron al mercado en el año 1981, identificados como Nitrobac.

Durante los años noventa y en lo que va de este siglo se han realizado algunas siembras menores, que a pesar de las pequeñas áreas sembradas han permitido seguir introduciendo variedades, especialmente de Brasil, y continuar mejorando las prácticas agronómicas para el manejo de este cultivo.

El actual gobierno, el socialismo del siglo XXI, estableció un complejo agroindustrial para producción y procesamiento de soya, ubicado en las inmediaciones de la población de El Tigre, estado Anzoátegui, donde aspiraban sembrar al menos 15.000 ha y producir alimentos a base de  soya para consumo humano directo y utilizar buena parte de la harina en una planta de alimentos balanceados para animales. Se han cometido muchos errores en la implementación de este programa, con resultados muy negativos, que no han permitido su proyección hacia la región y el país en cuanto a la promoción del cultivo.

Esta breve reseña sobre el desarrollo del cultivo de la soya en Venezuela destaca el optimismo que siempre ha existido en las personas que aspiran su producción comercial. Ese camino recorrido por la soya, aunque tortuoso y escabroso, ha permitido que se haya aprendido mucho sobre los aspectos agronómicos para su producción y que permanentemente exista un interés renovado por su cultivo, especialmente por parte de los agricultores que ven a esta planta como un recurso extraordinario para el enriquecimiento de los suelos, para recuperar la sanidad de nuestros sistemas suelo-planta, para ahorrar las divisas que se utilizarían en la importación tanto de aceite comestible como de concentrado proteico para la industria de alimentos balanceados para animales y para el enriquecimiento de variados alimentos para humanos, en particular raciones para niños.

Hoy, somos testigos de un nuevo renacer de la soya en Venezuela, pero en esta oportunidad la iniciativa surge de los propios agricultores, aparentemente muy bien organizados, por lo que se augura su éxito. Recientemente he podido ver informaciones relativas al inicio de la cosecha de soya en Turén, estado Portuguesa, y en el eje Guárico-Monagas.

En Turén, con la presencia de “nuevos soyeros” como el Ingeniero Agrónomo Ramón Elías Bolotín, quien permanentemente informa sobre la marcha de la recolección del grano y contagia a propios y extraños con las bondades de este cultivo. Hacia el centro y oriente del país, con la presencia de agricultores con experiencia de varios quinquenios insistiendo con el cultivo, como Pedro Solano, tradicional ganadero, quien compartiendo su amor por la tierra con actividades de producción vegetal ha mantenido viva la llama que da calor a la soya, desde su natal  poblado de El Socorro en el estado Guárico hasta El Tejero en el estado Monagas. Instituciones como Fundación DANAC por intermedio del Ingeniero Alezones y UCLA por intermedio del Decano Nerio Naranjo, están colaborando estrechamente con la marcha de este ambicioso programa, ya que las instituciones que representan mantienen programas de mejoramiento genético para la generación de nuevas variedades de soya.

Todos estamos deseosos de los buenos resultados de estas cosechas, todos estamos pendientes de que se propague, se amplíe el área cultivada con esta singular leguminosa, y que finalicen los tropiezos, los  altibajos, los obstáculos, para que sea expedita esta “Ruta de la Soya”, como la han bautizado estos valientes y progresistas agricultores venezolanos.


Pedro Raúl Solórzano Peraza
Noviembre de 2016




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