Un
ciudadano venezolano actualmente avergonzado
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Vergüenza
es, según el DRAE: “turbación del ánimo, ocasionada por alguna falta cometida,
o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena”. Nací en
Lagunillas, estado Zulia, el año 1943 y en lo personal, me considero un
ciudadano venezolano avergonzado. Siento vergüenza propia porque mi pasividad
por los problemas del país, que siempre dejamos en manos de los dirigentes
políticos, me hace cómplice del establecimiento de este nefasto sistema de
gobierno que hoy azota a Venezuela. Sin querer justificar esa insensatez, esa
torpeza al no contribuir para evitar que llegase al gobierno un militar que
lideró un golpe de estado contra un gobierno democrático y, por lo tanto, sin
buenas intenciones en la dirección de un país, creo que esa actitud fue consecuencia
de mi inmadurez política.
Por
supuesto, no era yo solo. Buena parte de mi generación evolucionó con marcado
desinterés por el activismo político, debido quizás a que vivíamos en la
comodidad de la renta petrolera y debido también, a que los líderes del momento
no supieron cómo atraernos hacia ese campo y, en su lugar, nos desmotivaron con
sus acciones que poco a poco fueron desprestigiando la democracia, cuando los
gobernantes comenzaron a perder su interés por el bienestar de la población.
También
soy un ciudadano avergonzado debido a que siento vergüenza ajena por la acción
deshonrosa y humillante que cada día realiza el actual presidente Nicolás
Maduro. Éste es un personaje con un verbo tan insignificante que diariamente
ofende a sus opositores, que somos la gran mayoría de los venezolanos, con las
vulgaridades más insultantes y degradantes posibles. Esto debido a que no es
capaz de ir más allá, ya que cuando es ineludible que tenga que hablar en
público, comete las mayores barbaridades imaginables. Esto está ocurriendo
desde el primer día, cuando señaló que a su toma de posesión asistirían
personas desde las “cuatro” latitudes del planeta; esas barbaridades han continuado día tras día, cada vez peores,
para vergüenza de todos.
El
colmo de la vulgaridad del presidente Nicolás Maduro ocurrió el primero de
septiembre, día de la espectacular marcha del pueblo venezolano hacia la Toma
de Caracas en demostración de estar unidos con un objetivo común: la
recuperación de la democracia y de los valores del país, cuando refiriéndose al
Presidente de la Asamblea Nacional en medio de su demostrado analfabetismo y
con su asqueroso lenguaje, le profirió lo que es considerado por nuestro pueblo
como la mayor ofensa del mundo. Deseamos que nuestros líderes no caigan nunca
en estas manifestaciones vulgares para enfrentar al oponente y aquellos que se
han expresado alguna vez de manera soez, corrijan el rumbo para no tener que
avergonzarnos de ellos.
También
avergüenza del presidente su actitud chabacana, de mal gusto, cuando aparece
bailando burdamente en público en momentos en que la sociedad venezolana
atraviesa por períodos de tristeza y dolor ante tanta inseguridad, que
diariamente se lleva la vida de numerosos compatriotas. O cuando aparece mostrando
su gordura y diciendo que su mujer y él comen arepas todos los días, dando una
bofetada a tantas familias que no tienen cómo alimentar a sus hijos, que hasta
llegan a perder personas que mueren por inanición.
La
gran mayoría de los ciudadanos del mundo contempla con orgullo a sus presidentes,
tal como lo hacíamos nosotros con los presidentes demócratas del siglo XX en
Venezuela, cuando se dirigen a la nación en los casos en que aceptan una
situación irregular en su país, como la reaparición de una enfermedad (p.e.
malaria) con cuantiosas personas afectadas, disertan sobre sus causas y
consecuencias, y exponen las medidas que tomará el gobierno para tratar de
solucionar dicha situación. O cuando aparecen en trasmisiones internacionales
defendiendo el territorio y la soberanía nacionales. También esa gran mayoría
de ciudadanos del mundo se muestra orgullosa de su historia y de sus símbolos
patrios.
Cómo
voy a estar orgulloso de unos gobernantes que no aceptan que tenemos una crisis
gravísima en salud por falta de medicinas y de equipamientos y suministros adecuados en los hospitales, que está conduciendo a la muerte
de cientos de ciudadanos. Que no aceptan que hay una agobiante crisis
alimentaria cuando día tras día se forman colas interminables para tratar de
adquirir algo de alimento en supermercados, mercados y otros centros de
distribución de productos alimenticios y, las compras, cuando la oferta alcanza
para muchos, son insignificantes porque existe una especie de cupo por persona.
O cuando ocurre una avalancha de venezolanos cruzando las fronteras con las Repúblicas
de Colombia y Brasil, corriendo desesperados en la búsqueda de comida y otros
bienes que desaparecieron del mercado nacional. Que no aceptan la crisis
económica en que estamos inmersos, cuando la inflación para este año se estima
que alcanzará la increíble cifra del 1.000%.
Cómo
no me voy a sentir avergonzado de unos gobernantes que prácticamente regalan el
Esequibo, territorio que nos pertenece históricamente y que ha estado en
disputa durante mucho tiempo en acciones manejadas por verdaderos patriotas. De
unos gobernantes que regalan nuestra riqueza petrolera para conseguir votos en
instancias internacionales, que le permitan mantener este disfraz de
democracia; y que regalan el oro destruyendo nuestra mayor riqueza hidrológica,
para seguir obteniendo divisas que se reciben y distribuyen de una manera
incontrolada.
Cómo
no sentir vergüenza de unos gobernantes que han profanado, con fines inciertos,
el sepulcro de nuestro Libertador, quien junto a otros patriotas del siglo XIX
son el principal orgullo, no solo de los venezolanos, si no también de otros
pueblos de América hacia donde los exportamos para contribuir con su libertad y
con su engrandecimiento intelectual. Al Libertador Simón Bolívar en lo
particular, han osado hasta intentar cambiar su rostro, la historia de su
apacible muerte en Santa Marta-República de Colombia, y hasta su selecto origen
español. Han querido destruir a Cristóbal Colón, adalid y pionero de la
transformación cultural del Nuevo Mundo. Han transformado, sin ninguna
justificación y de manera inconsulta, la Bandera y el Escudo, que tendremos que
volver a sus formas originales para nuevamente sentirnos orgullosos de ellos.
Afortunadamente,
la actual generación de jóvenes venezolanos ha evolucionado inmersa en la lucha
política. Ha tenido al menos tres
quinquenios con unos vivenciales muy duros, que le ha permitido comprender la
importancia de tener una sociedad físicamente y emocionalmente sana, para
lograr un país productivo y feliz. Ellos dirigen la actual lucha política que
nos conduce hacia la nueva emancipación de nuestra patria, la cual manejarán
sabiamente para que nosotros y las generaciones futuras lleguemos nuevamente a sentirnos
orgullosos de ser venezolanos.
Septiembre
de 2016.
pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com
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