viernes, 2 de septiembre de 2016

Un ciudadano venezolano actualmente avergonzado
Pedro Raúl Solórzano Peraza

Vergüenza es, según el DRAE: “turbación del ánimo, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción deshonrosa y humillante, propia o ajena”. Nací en Lagunillas, estado Zulia, el año 1943 y en lo personal, me considero un ciudadano venezolano avergonzado. Siento vergüenza propia porque mi pasividad por los problemas del país, que siempre dejamos en manos de los dirigentes políticos, me hace cómplice del establecimiento de este nefasto sistema de gobierno que hoy azota a Venezuela. Sin querer justificar esa insensatez, esa torpeza al no contribuir para evitar que llegase al gobierno un militar que lideró un golpe de estado contra un gobierno democrático y, por lo tanto, sin buenas intenciones en la dirección de un país, creo que esa actitud fue consecuencia de mi inmadurez política.

Por supuesto, no era yo solo. Buena parte de mi generación evolucionó con marcado desinterés por el activismo político, debido quizás a que vivíamos en la comodidad de la renta petrolera y debido también, a que los líderes del momento no supieron cómo atraernos hacia ese campo y, en su lugar, nos desmotivaron con sus acciones que poco a poco fueron desprestigiando la democracia, cuando los gobernantes comenzaron a perder su interés por el bienestar de la población.

También soy un ciudadano avergonzado debido a que siento vergüenza ajena por la acción deshonrosa y humillante que cada día realiza el actual presidente Nicolás Maduro. Éste es un personaje con un verbo tan insignificante que diariamente ofende a sus opositores, que somos la gran mayoría de los venezolanos, con las vulgaridades más insultantes y degradantes posibles. Esto debido a que no es capaz de ir más allá, ya que cuando es ineludible que tenga que hablar en público, comete las mayores barbaridades imaginables. Esto está ocurriendo desde el primer día, cuando señaló que a su toma de posesión asistirían personas desde las “cuatro” latitudes del planeta; esas barbaridades  han continuado día tras día, cada vez peores, para vergüenza de todos.

El colmo de la vulgaridad del presidente Nicolás Maduro ocurrió el primero de septiembre, día de la espectacular marcha del pueblo venezolano hacia la Toma de Caracas en demostración de estar unidos con un objetivo común: la recuperación de la democracia y de los valores del país, cuando refiriéndose al Presidente de la Asamblea Nacional en medio de su demostrado analfabetismo y con su asqueroso lenguaje, le profirió lo que es considerado por nuestro pueblo como la mayor ofensa del mundo. Deseamos que nuestros líderes no caigan nunca en estas manifestaciones vulgares para enfrentar al oponente y aquellos que se han expresado alguna vez de manera soez, corrijan el rumbo para no tener que avergonzarnos de ellos.

También avergüenza del presidente su actitud chabacana, de mal gusto, cuando aparece bailando burdamente en público en momentos en que la sociedad venezolana atraviesa por períodos de tristeza y dolor ante tanta inseguridad, que diariamente se lleva la vida de numerosos compatriotas. O cuando aparece mostrando su gordura y diciendo que su mujer y él comen arepas todos los días, dando una bofetada a tantas familias que no tienen cómo alimentar a sus hijos, que hasta llegan a perder personas que mueren por inanición.

La gran mayoría de los ciudadanos del mundo contempla con orgullo a sus presidentes, tal como lo hacíamos nosotros con los presidentes demócratas del siglo XX en Venezuela, cuando se dirigen a la nación en los casos en que aceptan una situación irregular en su país, como la reaparición de una enfermedad (p.e. malaria) con cuantiosas personas afectadas, disertan sobre sus causas y consecuencias, y exponen las medidas que tomará el gobierno para tratar de solucionar dicha situación. O cuando aparecen en trasmisiones internacionales defendiendo el territorio y la soberanía nacionales. También esa gran mayoría de ciudadanos del mundo se muestra orgullosa de su historia y de sus símbolos patrios.

Cómo voy a estar orgulloso de unos gobernantes que no aceptan que tenemos una crisis gravísima en salud por falta de medicinas y de equipamientos y suministros  adecuados en los  hospitales, que está conduciendo a la muerte de cientos de ciudadanos. Que no aceptan que hay una agobiante crisis alimentaria cuando día tras día se forman colas interminables para tratar de adquirir algo de alimento en supermercados, mercados y otros centros de distribución de productos alimenticios y, las compras, cuando la oferta alcanza para muchos, son insignificantes porque existe una especie de cupo por persona. O cuando ocurre una avalancha de venezolanos cruzando las fronteras con las Repúblicas de Colombia y Brasil, corriendo desesperados en la búsqueda de comida y otros bienes que desaparecieron del mercado nacional. Que no aceptan la crisis económica en que estamos inmersos, cuando la inflación para este año se estima que alcanzará la increíble cifra del 1.000%.

Cómo no me voy a sentir avergonzado de unos gobernantes que prácticamente regalan el Esequibo, territorio que nos pertenece históricamente y que ha estado en disputa durante mucho tiempo en acciones manejadas por verdaderos patriotas. De unos gobernantes que regalan nuestra riqueza petrolera para conseguir votos en instancias internacionales, que le permitan mantener este disfraz de democracia; y que regalan el oro destruyendo nuestra mayor riqueza hidrológica, para seguir obteniendo divisas que se reciben y distribuyen de una manera incontrolada.

Cómo no sentir vergüenza de unos gobernantes que han profanado, con fines inciertos, el sepulcro de nuestro Libertador, quien junto a otros patriotas del siglo XIX son el principal orgullo, no solo de los venezolanos, si no también de otros pueblos de América hacia donde los exportamos para contribuir con su libertad y con su engrandecimiento intelectual. Al Libertador Simón Bolívar en lo particular, han osado hasta intentar cambiar su rostro, la historia de su apacible muerte en Santa Marta-República de Colombia, y hasta su selecto origen español. Han querido destruir a Cristóbal Colón, adalid y pionero de la transformación cultural del Nuevo Mundo. Han transformado, sin ninguna justificación y de manera inconsulta, la Bandera y el Escudo, que tendremos que volver a sus formas originales para nuevamente sentirnos orgullosos de ellos.

Afortunadamente, la actual generación de jóvenes venezolanos ha evolucionado inmersa en la lucha política. Ha tenido al menos  tres quinquenios con unos vivenciales muy duros, que le ha permitido comprender la importancia de tener una sociedad físicamente y emocionalmente sana, para lograr un país productivo y feliz. Ellos dirigen la actual lucha política que nos conduce hacia la nueva emancipación de nuestra patria, la cual manejarán sabiamente para que nosotros y las generaciones futuras lleguemos nuevamente a sentirnos orgullosos de ser venezolanos.


Septiembre de 2016.


pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com

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