SEIS CUENTOS DE CAMINO Y LA AGRONOMÍA
Pedro Raúl Solórzano Peraza
En el ejercicio de la
profesión de Ingeniero Agrónomo, muchos de nosotros recorremos con frecuencia
el país, o al menos las regiones de
producción agrícola más importantes, así como también podemos ocupar un cargo en
una oficina pública o privada, pero siempre con la oportunidad de relacionarnos
con campiranos, pueblerinos y citadinos, y con la oportunidad de apreciar el
comportamiento y las costumbres tan diferentes entre todos esos ciudadanos,
conocer la infraestructura que los rodea, sus ocupaciones, y contemplar los
paisajes tan maravillosos de nuestra geografía.
En ese peregrinar
agronómico, en algunas oportunidades observamos episodios o bellezas naturales
que particularmente nos llaman la atención, y en cualquier momento los
comentamos con un grupo de amigos y hasta nos provoca escribirlos en forma de
cuentos, superando la timidez de exponer a la lectura abierta de la gente la
percepción que tenemos de nuestro entorno y las ocurrencias de nuestra
imaginación.
Así, me decidí a
escribir “Seis cuentos de camino”, tomando como argumentos la observación de
sucesos que ocurren diariamente en la ciudad de Caracas o cualquier otra
ciudad; de la vida que transcurre en pueblos y villorrios del país y que puede
ocurrir en otros países latinoamericanos; del conocimiento obtenido con el
trato a las personas que conforman nuestra sociedad, por su comportamiento, por
sus esperanzas y vivencias; del paisaje que contemplamos constantemente y que
contrasta en los diversos escenarios del territorio nacional.
Seis cuentos de camino
narra brevemente episodios de la vida de seis personas, que en seis diferentes
ambientes y localidades disfrutaron, cada uno a su manera, de las oportunidades
que les brindó el país. Son los cuentos que tienen de protagonistas a Miguel,
Enrique, Juan, Alba, Freddy y Eduardo.
Miguel es un personaje
que nace en una población de las costas aragüeñas y crece con una gran pasión
por el mar y sus misterios. Hijo único de unos padres unidos y muy amorosos, su
infancia y adolescencia transcurren en un ambiente de mucha alegría y
felicidad, disfrutando su vida en todas esas etapas y destacándose en sus
actividades escolares. Sus estudios superiores los realizó en la Universidad
Marítima del Caribe donde obtuvo el título de Ingeniero Marítimo. Como oficial
de la Marina Mercante Venezolana tuvo la oportunidad de conocer mundo, de
navegar por diversos mares y océanos y finalmente, formar una familia unida y
llena de amor como era el ejemplo de sus padres.
Enrique es el mayor de
seis hermanos y con apenas unos diez años de edad tiene que ayudar a su madre,
lo cual logra realizando algunos oficios en las zonas urbanas, o como
pordiosero. En estas acciones de pedigüeño conoció a su Ángel Guardián, un
sacerdote de una modesta parroquia quien por medio de los programas sociales
que adelantan las iglesias, apoyadas por los gobiernos de amplitud, logra sacar
a Enrique, a su madre y a sus pequeños hermanos de la miseria en la cual
vivían. Así, Enrique y su familia progresaron, aprovechando otra faceta de las
oportunidades que ofrecía el país para el mejoramiento de la sociedad.
Juan es un joven
proveniente de un pueblo importante cuya principal actividad es la agricultura.
Allí creció con la impresión de estar enclaustrado en la simpleza de aquella
gente y con la ilusión de salir hacia la capital, donde existían cosas
novedosas y grandes oportunidades para crecer. Comienza su éxodo como soldado
recluta y allí comienza su desarrollo como persona y un periplo que lo lleva a
variadas actividades fuera de su pueblo, comenzando como buhonero y continuando
con ilusiones propias de un joven rebelde y soñador.
Alba es una hermosa
joven, muy bien criada por unos padres unidos, de los cuales, su papá, era
exageradamente celoso. Esos celos promueven en la muchacha más miedo que
respeto, temor a que se opusiera sus primeros sentimientos del corazón, por lo
que decide escapar con su novio. Al ocurrir ese suceso, se comentó en aquel
pueblo tradicionalmente agrícola del estado Portuguesa, que Antonio, el chofer
del camión de refrescos, se había “sacado” a Alba. Ésa fue una acción arriesgada
de la joven que afortunadamente tuvo un buen desenlace. Ésos eran
acontecimientos relativamente frecuentes en esos villorrios del campo.
Freddy era hijo de
Hermelinda, una niña que llegó de la pobreza de su hogar en un caserío como
cualquiera en nuestro país, a trabajar en quehaceres del hogar en a casa de una
familia más o menos adinerada de la capital. Hermelinda aprendió los oficios
básicos de una casa, se hizo joven y se hizo mujer, asistió a la escuela y
adquirió suficientes herramientas para iniciar su hogar, con un hombre
trabajador que la amaba profundamente y que logró su libertad de la casa donde
fungía como empleada doméstica. De su unión tuvieron dos hijos que se los llevó
el padre cuando éste descubrió que Hermelinda lo engañaba, lo que provocó que
la abandonara. Allí comenzó una vida desordenada de la mujer que condujo a que
tuviera dos hijos más, de padres sin ninguna responsabilidad, una hembra que
fue muy pizpireta desde niña y un varón, Freddy, que fue prácticamente un niño
de la calle, que cometió todo tipo de fechorías y terminó dejando a Hermelinda
en su triste soledad.
Finalmente, Eduardo,
es un médico que llegó desde los llanos barineses a Caracas siendo todavía un
niño, y supo aprovechar la oportunidad de ser universitario, con las
facilidades que le brindaba la Venezuela de los años sesenta y el apoyo de una
familia de recursos limitados pero bien consolidada.
Vale la pena leer
“Seis cuentos de camino”, libro que está disponible en Amazon.
Agosto de 2016
pedroraulsolorzanoperaza.blogspot.com
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