AGRICULTORES
Y PROFESIONALES DEL AGRO, LO QUE NOS FALTABA
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Mayo
de 2017
Acabo
de leer una columna escrita por el Ingeniero Agrónomo Werner Gutiérrez Ferrer,
incansable como siempre, denunciando las intenciones del militar Wilmar Castro
Soteldo de entregar a empresarios colombianos 100.000 hectáreas de nuestro
territorio, que fueron expoliadas a nuestros agricultores en los estados
Guárico y Anzoátegui, para que siembren maíz, arroz, sorgo y soya. Posiblemente
este funcionario, dominado por su incompetencia y su manifiesta estupidez, cree
que en Venezuela necesitamos la creación de colonias agrícolas como las que se
establecieron en el país durante la primera mitad del siglo pasado, y que han
sido tan celebradas por venezolanos de varias generaciones debido a los grandes
aportes que ellas significaron para el avance de nuestra agricultura,
mayoritariamente rudimentaria en aquella época.
Estamos
en el siglo XXI y gran parte de nuestros agricultores y profesionales del agro
hemos tenido la oportunidad de viajar, estudiar, conocer suficientes adelantos
tecnológicos, y de trabajar y modernizar nuestra agricultura a pesar de la
crisis nacional de estos años. No voy a ser despectivo diciendo que los colegas
colombianos no tienen nada que enseñarnos, así como creo que ellos tampoco lo
harían con nosotros, pero gracias a los actuales desarrollos en comunicación,
estamos en constante intercambio de ideas y conocimientos no solo con el sector
del agro colombiano, si no prácticamente con los de cualquier parte del mundo.
Hasta
hace poco tiempo, porque actualmente y afortunadamente eso ha experimentado un
profundo cambio, muchos venezolanos no se mostraban conformes con sus
costumbres y tradiciones y eran fácil presa de penetraciones extranjeras. Por
ejemplo, en agricultura tenemos casos como el de “mínima labranza” que fue como
originalmente conocimos la técnica de sembrar sin realizar labranza de los
campos, y por influencia de Brasil, donde identificaban esa práctica como
“plantio direito”, ahora nosotros la denominamos “siembra directa”. Otro caso
es el de la “lechosa”, nombre tradicional venezolano de tan suculenta fruta,
que ahora denominamos “papaya” como en el resto del mundo de habla hispana. O
como el caso de los “invernaderos”, que ahora denominamos “casas de cultivo”
por la influencia cubana de los años recientes.
Algo
parecido a esos ejemplos, a menos que detrás de eso exista algún otro tipo de
negociado, ocurre con esta intención del militar Castro Soteldo, con la cual
expone su ignorancia, ya que si alguien sabe cómo hacer agricultura hoy en día
en Venezuela son nuestros agricultores y profesionales del agro. Es inaceptable
que se pretenda importar y apoyar agricultores y técnicos extranjeros, cuando
tenemos el conocimiento suficiente y nuestros conciudadanos están ociosos en
sus unidades de producción porque no disponen de los insumos básicos para
llevar adelante sus cultivos, porque están de manos atadas en su deseo de
contribuir con la producción de alimentos, en momentos cuando el hambre está
invadiendo los hogares venezolanos ya que el gobierno es incapaz de apoyarlos
como ahora pretende hacerlo con extraños.
Al
régimen no le ha bastado con degradar nuestra soberanía territorial en el
Esequibo; en la frontera colombiana donde los guerrilleros de ese país
secuestran, cobran vacuna y literalmente han invadido nuestro país con el
consentimiento oficial; con herir nuestro orgullo al favorecer a funcionarios
cubanos para que ejerzan una medicina mediocre, para que controlen todo lo
correspondiente a registros, notarias e identificación que es algo tan
delicado; y más grave aún, con permitir que militares cubanos formen parte de
nuestro otrora glorioso ejército y tengan la oportunidad de tomar decisiones
trascendentales para nuestro porvenir; si no que ahora también quieren ofender
a nuestros productores agrícolas y profesionales del agro, y continuar
erosionando nuestro territorio con esta nueva intención de entregar parte de
nuestros recursos naturales. Esto es lo que nos faltaba y tenemos que evitar
que se cumpla.
Pedro
Raúl Solórzano Peraza
Mayo
2017
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