El concepto de fertilidad de suelos,
a su mayor nivel de abstracción, se refiere a la capacidad de los suelos para
suministrar nutrientes esenciales a las plantas. Es decir, un suelo fértil
contiene cantidades y balances adecuados de nutrientes, que son liberados a la
solución del suelo para que las plantas los absorban por medio de sus raíces y
puedan cubrir sus requerimientos; por lo tanto, un suelo que no tenga esas
características, se puede considerar un suelo infértil. Desde este punto de
vista conceptual, sería muy fácil mejorar la fertilidad de los suelos con la
simple adición de los nutrientes faltantes por medio de fertilizantes y enmiendas,
pero la situación de fertilidad va mucho más allá porque en el suelo
intervienen varios factores que van a interactuar para afectar el
aprovechamiento de esos nutrientes presentes.
Los fertilizantes, especialmente en
los círculos ecologistas, han sido considerados sustancias contaminantes del
medio ambiente, debido parcialmente a que su aplicación o manejo no ha sido el
mejor posible. Por ello, el manejo racional de los fertilizantes es fundamental
en la conservación del ambiente en general, y del suelo en particular, lo cual
es básico en una agricultura sustentable donde el suelo viene a ser de crítica
importancia, tal como lo señalan diversos autores, entre ellos Reganold y sus
colaboradores, 1990: “El suelo no es otro instrumento en la producción de
cultivos como lo son plaguicidas, fertilizantes o tractores. Por el contrario,
el suelo es un medio complejo, viviente y frágil que tiene que ser protegido y
alimentado para asegurar su estabilidad y productividad a largo plazo”. Esto me
motivó a escribir lo que he denominado Parábola Edafológica, la cual dice lo
siguiente:
El
suelo puede ser,
en
las manos destructoras del hombre,
tan frágil como una
burbuja flotando en el éter,
tan
delicado como un niño recién nacido
en
la ausencia materna,
y
tan fugaz como la claridad del relámpago
o
de la luciérnaga inquieta.
Pero
el suelo debe ser,
en
las manos generosas del hombre,
cuerpo
natural asiento de la vida,
cuya bondad se prolongue
al tiempo infinito,
como manantía de riqueza
para la existencia humana.
Tanto a los profesionales del agro
como a los productores del campo, les interesa el crecimiento de las plantas
fundamentalmente en términos de una mejor producción de alimentos y de otros
productos, haciendo un uso racional de los recursos naturales que permita su
utilización permanente en el tiempo. Las grandes cosechas o los altos
rendimientos de los cultivos se obtienen cuando el productor logra combinar
adecuados y oportunos recursos con un buen manejo y buenas condiciones
ambientales. El proceso de producción agrícola incluye entonces un grupo de
factores, donde el suelo es solo uno de ellos y dentro del cual, la fertilidad,
considerada como la capacidad del suelo para suministrar nutrientes a las
plantas, representa una pequeña parcela del todo que debe ser considerado en
este proceso.
En Venezuela se han realizado
abundantes trabajos de investigación que han permitido identificar problemas
referentes a la fertilidad de los suelos, evaluar la respuesta de diversos
cultivos a las aplicaciones de fertilizantes en diferentes regiones con
desarrollo agrícola importante, y establecer pautas para la corrección de la
acidez, entre otros logros. Sin embargo, una alta proporción de productores
mantiene un patrón de fertilización tradicional, rutinario, el cual muchas
veces no es el más conveniente para mejorar los rendimientos en determinados
sistemas suelo-cultivo. Estos patrones de fertilización se han basado en
aplicaciones de N-P-K, descuidándose la suplencia de otros macronutrientes como
azufre y magnesio, y mucho más grave, se ha descuidado casi totalmente el
suministro de micronutrientes esenciales.
Esa tendencia a la aplicación de
fertilizantes sin una base técnica adecuada, se estableció en parte debido a
los bajos precios que en ocasiones tienen los fertilizantes en Venezuela, lo
cual ocurre cuando se le aplican elevados subsidios oficiales. Pero cuando se
eliminan esos subsidios, va quedando en los agricultores un gran descuido en el
manejo de la fertilización, y esto, unido al alto precio que entonces adquieren
los fertilizantes, hace que su aplicación sea muy ineficiente en relación a la
producción y al capital invertido. Por esas razones, se reclama una mayor
eficiencia en el uso de los fertilizantes, que permita mejorar los rendimientos
y el retorno de la actividad agrícola en general.
Mejorar la eficiencia de la práctica
de fertilización requiere entre otras cosas, conocer el comportamiento general
de los elementos nutritivos en los suelos para poder manejarlos de la mejor
manera posible; conocer los requerimientos y las respuestas de las plantas a
las aplicaciones de los diferentes elementos nutritivos esenciales; y realizar
una permanente evaluación de la fertilidad de los suelos de cada unidad de
producción, y si fuese posible, del estado nutritivo de las plantas por medio
de análisis de tejidos.
El suelo, los fertilizantes y la
agricultura sustentable, tienen que combinarse para lograr excelentes cosechas
en el tiempo infinito.
Recordemos que: SIN
FERTILIZANTES es imposible producir la cantidad de alimentos que necesitamos
para satisfacer los requerimientos de la población.
En Amazon está a la venta el libro del autor:
“Fertilidad de suelos y su manejo en la agricultura venezolana”. Tiene
información muy útil para mejorar la práctica de fertilización de los cultivos,
con miras a una mayor productividad y a un mejor trato a los suelos y al
ambiente en general.
Pedro Raúl Solórzano
Peraza
Noviembre de 2017.
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