Algunos cultivos, como
el arroz (Oryza sativa) y ciertas
especies forrajeras como Pasto Pará (Brachiaria
mutica), Tanner Grass (Brachiaria
radicans o B. arrecta), Pasto Alemán (Echynochloa
polystachya), requieren para su producción que los suelos se inunden para
desarrollarse mejor y lograr altos rendimientos. Dentro de estos cultivos, el
arroz quizás sea el de mayor importancia y se puede producir bajo
riego o de secano; sin embargo, los bajos rendimientos del arroz producido
dependiendo de las lluvias y los altos costos directos de producción, han
contribuido a que en la actualidad el arroz de secano prácticamente haya
desaparecido en Venezuela. Quiere decir que en el país, el arroz se produce
bajo riego de inundación y aplicando una alta tecnología, en la cual la
fertilización debe jugar un papel muy importante para tratar de mejorar la
balanza costos/beneficio de esta actividad productiva.
Los suelos dedicados a la producción de arroz
son en general de texturas finas, lo que facilita el manejo del agua para la
inundación de los campos y les comunica una alta capacidad de intercambio
catiónico que favorece la retención de nutrientes. La inundación de estos
suelos los transforma profundamente, afectándose el comportamiento de los
nutrientes, y por lo tanto, definiendo las prácticas de fertilización.
La transformación de los suelos al inundarse
significa que se obtienen suelos completamente diferentes a los suelos
originales cuando están bien drenados. En la figura siguiente se observa que al
colocar en un suelo una lámina de agua permanente, sobre su superficie se
desarrolla una delgada capa oxidada debajo de la cual se genera una capa
reducida; se disminuye drásticamente el intercambio de oxígeno entre suelo y
atmósfera, y por lo tanto, la concentración de oxígeno decrece desde un valor
máximo en la interfase agua-atmósfera hasta casi cero al alcanzar la capa
reducida; el comportamiento de los nutrientes en la delgada capa oxidada es
similar a lo que ocurre en el suelo bien drenado, pero en la capa reducida hay
un ambiente anaeróbico que modifica sustancialmente el comportamiento de los
nutrientes.
En la capa oxidada, los nitratos y los sulfatos
son estables y pueden abundar en la solución del suelo, el amonio tiende a
nitrificarse y todo el comportamiento físico, químico y biológico del suelo se
mantiene inalterable. Sin embargo, al pasar a la capa reducida la actividad
biológica del suelo pasa a ser dominada por una población de microorganismos
anaeróbicos, los cuales utilizan moléculas oxidadas (nitrato, sulfato y otras)
como fuente de oxígeno, reduciendo dichos compuestos hasta llevarlos a N y S elementales.
De esta manera, el nitrógeno se pierde a la atmósfera en el proceso de
denitrificación y el azufre pasa a formar compuestos reducidos que no pueden
ser aprovechados por las plantas. Se incrementa significativamente la
disponibilidad del fósforo del suelo debido a la reducción de los compuestos
férricos hacia las formas ferrosas más solubles. Buena parte de los fosfatos
inorgánicos en la mayoría de los suelos del trópico se encuentran ligados al
hierro, mejorándose su aprovechamiento por las plantas bajo condiciones de
inundación. El potasio es menos afectado por la inundación que nitrógeno y
fósforo, aunque su concentración en la solución del suelo tiende a aumentar
después de la inundación, al igual que hierro, manganeso y silicio. Por otro lado,
la concentración de zinc en la solución del suelo tiende a disminuir con la
inundación, y estas situaciones tan particulares pueden llegar a causar
toxicidad
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inducida por excesos de
hierro, y deficiencia de zinc inducida por excesos de fosfatos solubles en una
de las interacciones más comunes que ocurren en suelos inundados, como es la
interacción P/Zn.
Todos estos cambios que ocurren al inundar los
suelos, determinan que no se debe aplicar cantidades altas de formas
nitrogenadas nítricas ya que pudieran ocurrir pérdidas considerables de N por
denitrificación. Sin embargo, pequeñas cantidades de nitrato pueden ser
aprovechadas desde la capa oxidada por un sistema radical superficial que
desarrolla la planta de arroz desde el momento de la formación del primordio
floral, el cual se aloja mayormente en la capa oxidada y es capaz de absorber
nutrientes localizados en esa capa. Estos cambios también implican que se debe
aplicar cantidades moderadas de fósforo ya que en general las respuestas a este
nutriente son poco frecuentes y de pequeña magnitud, y sus excesos pueden
causar desbalances nutritivos especialmente induciendo deficiencias de zinc.
Las características de los suelos dedicados a la producción de arroz determinan
que se aplique suficiente potasio para asegurar una adecuada tasa de suplencia
de este nutriente a la solución de estos suelos de texturas finas y poder
satisfacer las necesidades del cultivo.
En lo referente al azufre, ya se mencionó que el
sulfato es reducido al inundar los suelos, disminuyendo la disponibilidad de
este nutriente para las plantas. La tasa de reducción de sulfatos en suelos
inundados depende de las propiedades de cada suelo, y para ilustrar la
importancia que esto puede tener basta mencionar que en suelos neutros y
alcalinos se ha medido que concentraciones de sulfato tan altas como 1.500 ppm
se han reducido prácticamente a cero en un período de seis semanas después de
la inundación del suelo. Por esta razón, el arroz responde mejor a
reabonamientos con fuentes nitrogenadas que contengan azufre en forma de
sulfato en comparación con aquellas que no lo tienen. Es así, como sulfato de
amonio es más recomendable que la úrea para reabonar arroz de inundación.
Recordemos que: SIN
FERTILIZANTES es imposible producir la cantidad de alimentos que necesitamos
para satisfacer los requerimientos de la población.
En Amazon está a la venta el libro del autor:
“Fertilidad de suelos y su manejo en la agricultura venezolana”. Tiene
información muy útil para mejorar la práctica de fertilización de los cultivos,
con miras a una mayor productividad y a un mejor trato a los suelos y al ambiente
en general.
Pedro Raúl Solórzano
Peraza
Noviembre de 2017.
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