Cualquier
modelo agrícola que se utilice para lograr una producción agrícola eficiente,
debe basarse sobre el cabal conocimiento de los diferentes sistemas suelo-planta-clima
de nuestras regiones agrícolas y cómo manejarlos adecuadamente.
Un sistema
suelo-planta-clima, es una aproximación donde concurren una serie de factores
de suelo y de clima que pueden afectar el crecimiento de las plantas. El crecimiento de una
planta depende tanto de sus características propias determinadas por su código
genético, como de los factores externos de suelo y clima predominantes en un
momento y un lugar determinados. El crecimiento de una planta, es entonces, una
resultante de las interacciones que ocurren dentro del sistema suelo-planta-clima,
donde participa un cuarto factor que es el manejo que se le brinde a los
componentes de esos sistemas, con el objeto de lograr las mejores condiciones
para el desarrollo de las plantas.
Con el conocimiento de las
características de suelo y clima de una región se pueden seleccionar las
especies, o los cultivares de esas especies, que mejor se adapten a esas
condiciones, cultivarlas en esos entornos, y establecer el más productivo
sistema suelo-planta-clima. Por supuesto, esto es válido para un momento
determinado, ya que a lo largo del año, especialmente las condiciones meteorológicas,
van cambiando y a su vez van generando cambios en las condiciones edáficas.
En el componente clima se
incluyen algunos factores que van a determinar el entorno donde se desarrolla
la planta, exceptuando el suelo. Los más importantes para la agricultura son
temperatura, lluvias y luz o radiación, los cuales no son totalmente
controlables para la producción agrícola, pero se pueden manejar con algunas
acciones directas o indirectas para tratar de adaptarlos a los requerimientos
de las plantas cultivadas. Estos factores cambian a lo largo del año,
consideremos por ejemplo los llanos Occidentales donde las lluvias comienzan a
finales de abril y se extienden con regularidad y cantidad hasta el mes de
agosto, después del cual comienzan a disminuir para culminar prácticamente
hacia finales de octubre. A medida que avanza el ciclo de lluvias va cambiando
el sistema suelo-clima, de tal manera que cultivos con exigente suministro de
agua deben sembrarse al inicio de la temporada lluviosa. Al llegar septiembre,
el sistema suelo-clima es otro y ya no debemos sembrar maíz porque no tendrá un
adecuado suministro de agua y se afectarán notablemente los rendimientos. En
ese caso, debemos cambiar la especie de planta por otra que se adapte mejor a
este nuevo sistema suelo-clima.
Tomemos el caso del cultivo de
soya, que está tomando importancia en esta región del país. Siembras tempranas
con esta especie, digamos hasta el mes de junio, deben realizarse con
variedades de ciclo largo para que la maduración y cosecha ocurran cuando ya
están disminuyendo las lluvias, y la recolección pueda realizarse
satisfactoriamente. Siembras tardías, deben realizarse con variedades precoces,
o cambiar la especie por otra como girasol o más tarde frijol o ajonjolí, mejor
adaptadas a las condiciones de suministro de agua de esa época tardía. Es
decir, adaptar el sistema suelo-planta clima a las variaciones a lo largo del
año.
En esas siembras tardías, también
se pueden disminuir las poblaciones para que cada planta haga un uso más
eficiente del agua aprovechable almacenada en el suelo. En el caso de la soya
en particular, también se debe tener presente que es una especie sensible a la
longitud del día, es una especie de días cortos, y como hacia finales del año a
la vez que disminuye la precipitación también se acorta la duración del día
(horas de sol), se puede manejar el cultivo con cultivares precoces y de amplia
adaptación al fotoperiodo.
En nuestras condiciones
tropicales, aparentemente no existen limitaciones de temperatura para el crecimiento
de las plantas, ya que sus rangos de variación están entre límites normales.
Para aquellas especies que requieren bajas temperaturas para la inducción de la
floración y la consecuente fructificación, se busca ubicarlas en zonas donde
por razones de altitud se logran esas condiciones. Es el caso de importantes
centros de producción de flores, fresas, duraznos, algunas hortalizas, etc.,
ubicados en la Región Andina y sectores montañosos de las Regiones Central y
Centro Occidental. En este caso, se están manejando los sistemas suelo-clima
afectados por el factor temperatura, con la ubicación de los cultivos en el
paisaje.
El
mejor aprovechamiento de los ciclos de lluvia en la agricultura de secano, se
logra con adecuadas fechas de siembra y poblaciones de plantas, según la
humedad edáfica disponible durante el ciclo de vida. Cuando hay excesos se
construyen drenajes para avenar convenientemente los campos y cuando hay
defectos se busca mejorar la infiltración y el almacenamiento del agua en el
suelo. Adicionalmente, utilizar las especies que se desarrollen mejor en cada
nuevo sistema suelo-clima, según las modificaciones que se puedan efectuar en
los suelos y según las variaciones cronológicas.
La
agricultura bajo riego proporciona una gran seguridad para el éxito de la
producción de los cultivos. Por supuesto, cuando aplicamos riego, tenemos
nuevos escenarios de sistemas suelo-clima, prácticamente sin limitaciones en el
suministro de agua a las plantas, aunque no podamos modificar la longitud del
dia.
Entonces, con el conocimiento o
la consideración del sistema suelo-planta-clima, se pueden establecer las
prácticas de manejo más recomendables para mantener condiciones edáficas
favorables para cada cultivo, fijar las fechas de siembra y las poblaciones más
adecuadas en cada sistema para lograr un mejor aprovechamiento de las
condiciones climáticas, y seleccionar los mejores cultivares para cada región
en particular.
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