Mi compadre se ha ido a continuar en otra dimensión.
Ha tenido una emotiva despedida, multitudinaria, con la presencia de
familiares, amigos, alumnos y exalumnos, y pacientes que encontraron alivio
físico y a veces espiritual al ritmo del movimiento de sus manos. Tenía que
asistir mucha gente a este acto final, porque Luis Bello se relacionó con
multitud de personas a lo largo de su dilatada vida.
En mi caso, apartando la actual relación de familias
por estar nosotros dos casados con dos hermanas, es decir, somos concuñados,
conocí a Luis cuando yo era un adolescente y jugador de baloncesto en la Liga
Distrital. Lo recuerdo con su tranquilidad de siempre cuando jugábamos en el
Parque Simón Rodríguez, del Consejo Venezolano del Niño, donde él era el
Director, y al calor del encuentro ocurrían hechos violentos que eran
apaciguados con una sonrisa del Director y unas suaves palabras paternales, a
pesar de su juventud.
Luis fue incansable durante un poco más de la mitad de
su vida, trabajaba de día y de noche. Fue ganadero a su manera. Participó en la
conquista de la homologación de su título logrado en la modesta Escuela
Nacional de Educación Física (ENEF), hasta adquirir el rango de Profesor de Educación
Media, donde la mayor parte de estas personas contribuyó a despertar el interés
de los jóvenes por el deporte y a llevar una vida sana, alejada de vicios.
En su madurez, con más tiempo libre de sus actividades
rutinarias, Luis mantuvo una profunda relación familiar, tanto con los
componentes de su familia nuclear Bello Donaire, como con los familiares de su
esposa. Con éstos no dejó de compartir los buenos momentos y los de tristeza y
dolor.
En lo que podemos considerar la parte final de su
tránsito terrenal, Luis se dedicó a aliviar dolores corporales a infinidad de
personas que acudían a su casa, y con sus suaves y prodigiosas manos llegaba a
los puntos clave para calmar la angustia de sus “pacientes”.
Así, Luis Bello se fue llenando de amigos, en el
deporte, en los institutos de educación, en la vida campirana que era tan
agradable en nuestra tierra, y en su casa de habitación. Amistades
polifacéticas, pero con todos compartía y los atendía de la misma manera llana
y cordial. Algo muy importante, Luis Bello siempre fue un buen amigo de sus
hijos, sobrinos y ahijados. Descanse en Paz
Pedro Raúl Solórzano Peraza.
29 de diciembre de 2018.
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