Cuando se elaboran programas de fertilización de cultivos se deben considerar todas las opciones posibles, eso permite que se obtenga un verdadero programa racional y eficiente. Estas opciones son:
1.-Fertilización
edáfica convencional química y orgánica: consiste en incorporar al suelo
fertilizantes químicos y orgánicos (biofertilizantes). Cuando se consideran
cultivos que cubren miles de hectáreas, los fertilizantes orgánicos solo pueden
ser rentables si se generan en las propias unidades de producción o en lugares
cercanos donde el transporte no los encarezca a niveles antieconómicos.
2.-Fertirrigación:
es la aplicación de los fertilizantes junto con el agua de riego, se riega con
soluciones nutritivas. Es un método muy eficiente de aplicar los nutrientes si
se dispone de sistemas de riego localizado y productos hidrosolubles.
3.-Fertilización
foliar: se refiere a la aspersión de soluciones nutritivas sobre el follaje de
las plantas. Se deben utilizar productos especialmente elaborados con este fin,
los cuales generalmente contienen nutrientes y estimulantes del metabolismo
vegetal. Se utilizan particularmente para la aplicación uniforme de
micronutrientes y para correcciones urgentes de alguna insuficiencia nutritiva.
4.-Fertilización biológica: es la
utilización y mejoramiento de procesos o fenómenos naturales donde intervienen
seres vivos, que sirven para incrementar la disponibilidad y aprovechamiento de
los nutrientes esenciales por parte de las plantas. Los casos de nitrógeno y
fósforo son los más estudiados en cuanto a la fertilización biológica, en los
cuales se dispone de información muy importante para su aplicación. Algunos de
esos procesos consisten en utilizar la diazotrofía, las micorrizas, las bacterias
promotoras del crecimiento (PGPR) y las bacterias solubilizadoras de fosfatos (BSP).
Fertilización nitrogenada
biológica (FNB): se logra por medio de la diazotrofía, que es el proceso de
fijación de nitrógeno atmosférico molecular (N2) al suelo por medio
de la actividad de microorganismos simbiontes (leguminosas) o de vida libre.
Estos microorganismos fijadores de nitrógeno se denominan diazótrofos, y como
ejemplos tenemos Rhizobium y Bradyrhizobium que son simbiontes; y Azospirillum
y Azotobacter que son de vida libre.
Fertilización fosfatada biológica
(FFB): en este caso del fósforo (P), ha tenido una gran significación el suministro
de micorrizas a algunas especies de plantas. Estos hongos infectan las raíces
causando una extensión del sistema radical por medio de sus hifas, permitiendo
a la planta explorar un mayor volumen de suelo, y por lo tanto, mayor capacidad
para absorber nutrientes, especialmente aquellos que tienen poca movilidad en
el suelo como es el caso del fósforo. En el aprovechamiento de los fosfatos,
también son importantes los microorganismos capaces de incrementar la
solubilidad del P del suelo (BSP), tal como Bacillus
megaterium var. Fosfaticum y las bacterias promotoras del crecimiento
(PGPR).
Para poder aprovechar
estas opciones en forma integrada, es preciso tener un conocimiento básico del
sistema suelo-planta-clima, mediante un análisis de suelo reciente, una buena
información climatológica, y los requerimientos nutritivos de la planta.
Considero que la integración de las opciones aplicables a cada sistema
suelo-planta-clima es fundamental para lograr un programa de fertilización de
cultivos eficiente y racional.
Recientemente, el 5
de noviembre de este año, asistí al Expocongreso Latinoamericano de Ganadería
Tropical, en Maracaibo, en el marco de la Asamblea Anual de Fedenaga y
Extraordinaria de Fegalago, durante el cual le dieron una buena participación
al cultivo de la palma aceitera como opción para diversificar la producción
pecuaria regional. Después de mi presentación, la cual fue referida a un
programa general para la fertilización de este cultivo (general porque
no se dispone de un análisis de suelo ni de otros datos del sistema
suelo-planta-clima), surgió la siguiente pregunta. “¿Cuánto tiempo pasará para
matar al suelo con la aplicación de esos fertilizantes químicos?”.
Si los fertilizantes
se aplican a los cultivos de manera racional, no tienen por qué “matar” al
suelo. Al contrario, los fertilizantes químicos son fuente de nutrientes que
necesitan tanto los macroorganismos como los microorganismos del suelo, para su
nutrición y para poder incrementar sus poblaciones. Recordemos que los
fertilizantes en su mayoría son productos naturales, provenientes de
yacimientos que son fuente de la materia prima para elaborarlos, por ejemplo,
minas de apatitas como fuente de P y de silvita como fuente de K. Igualmente,
los nutrientes que contienen los suelos provenientes del material parental,
también se liberan por la descomposición y meteorización de rocas y minerales.
Por otro lado, el nitrógeno es el principal componente del aire, desde allí lo
fijan al suelo los diazótrofos, al igual que lo fija la industria para la
síntesis de amoníaco que es el punto de partida en la elaboración de los
fertilizantes nitrogenados. Entonces, estos productos naturales vuelven al
suelo por medio de los fertilizantes, en un ciclo cerrado, para ser utilizados
por las plantas.
Los
fertilizantes químicos son difíciles de excluir en un programa de fertilización
de cultivos racional y serio, ya que representan los productos más concentrados
en nutrientes para suplir las necesidades de las plantas. Para cubrir los
requerimientos nutritivos de un cultivo posiblemente se requieran varias
toneladas de biofertilizantes por hectárea, mientras que con fertilizantes
químicos solo se pueden requerir varios cientos de kilogramos de producto. Sin
embargo, si el manejo del sistema suelo-planta-clima lo permitiera y existiera
la posibilidad de incorporar biofertilizantes en el programa de fertilización,
sería mucho mejor ya que se estarían mejorando las condiciones de fertilidad y
la vida del suelo. Por esto, la cero o mínima labranza del suelo que permite un
aporte de los restos de cosecha al suelo y los abonos verdes, integrados con
una racional fertilización química, producen excelentes resultados en la
producción de los cultivos y su sostenibilidad en el tiempo.
Como un ejemplo
para comprender que la aplicación racional de fertilizantes químicos al suelo
para la producción de alimentos, difícilmente puede “matar” a un suelo, veamos
los siguientes datos: Cada vez que se aplica a un suelo una tonelada de
fertilizante/ha/año (lo cual es una dosis alta y poco utilizada), que equivale
a aplicar 100 gramos de fertilizante por cada metro cuadrado de terreno, en un
suelo hasta 30 cm de profundidad y una densidad aparente de 1,5 ton m-3,
cada metro cuadrado de terreno tiene una masa de 450 kg, por lo tanto,
esa dosis equivale a distribuir 100 gramos de fertilizante por cada 450.000
gramos de suelo o 0,1 kg de fertilizante por cada 450 kg de suelo. Es una
concentración tan baja de fertilizantes que difícilmente puede “matar” a un
suelo; más bien, favorece la vida del suelo y la biodiversidad vegetal sobre el
planeta.
Cada vez estoy
más convencido que los fanatismos no son favorables para una correcta
fertilización de los cultivos. Así como se intenta castigar a los fertilizantes
químicos como destructores del medio ambiente, en general se trata de imponer
conceptos fuera de toda razón. Por ejemplo, recuerdo que por los años setenta y
ochenta del siglo pasado, el fanatismo de algunas personas intentó
desprestigiar al aceite de palma considerándolo como un veneno para la salud
pública; por supuesto, eso no tuvo mayor asidero científico. Ahora en el 2022,
en este evento tecnológico, identificado como Expocongreso Latinoamericano de
Ganadería Tropical, celebrado los días 4 y 5 de noviembre en Maracaibo, el
fanatismo de un expositor intenta desprestigiar al aceite de soya indicando que
“nos está matando”. Me pregunto, ¿Cómo explicar que los chinos han consumido
aceite de soya durante varios siglos y la República Popular China es el país
más poblado del mundo?
Pedro Raúl
Solórzano Peraza
Noviembre de
2022
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