Si queremos que en las próximas
décadas no ocurra una hambruna en las regiones más vulnerables del mundo en
cuanto a su alimentación, no se debe plantear un encuentro, una guerra, entre
lo que se ha denominado agricultura ecológica, conservacionista, regenerativa,
orgánica y otras, contra lo que se ha denominado agricultura química, sintética
o convencional. Cada una necesita de la otra para mejorar los rendimientos de
los cultivos, recuperar regiones degradadas, mejorar el trato al ambiente,
especialmente a los suelos, para prolongar la utilidad de los recursos en el
tiempo infinito.
Parece ser que en estos
enfrentamientos existen intereses económicos y políticos, lo cual no puede
estar por encima del bienestar de la creciente población mundial. En lugar de
guerras entre estos dos conceptos de agricultura, lo que debe existir y
promoverse es una conciliación. Uno de los insumos de uso casi obligatorio en
la agricultura química son los fertilizantes, responsables de grandes
incrementos de los rendimientos de los cultivos durante décadas, que en estas
guerras han sido descalificados debido a su supuesto maltrato al ambiente y
todas las consecuencias que ello acarrea.
La producción agrícola tiene que
utilizar los recursos naturales para sobrevivir en el planeta, y los viene
aprovechando con cierto orden desde hace milenios, desde el inicio de la evolución
de la agricultura en el Período Neolítico (desde el año 6 000 hasta el año 3 000
a.C.). En este inicio, el arado ha sido un protagonista especial, ya que se
conoce que desde el año 4 000 a.C. era utilizado, en Mesopotamia, para surcar y
remover el suelo antes de sembrar. Hoy el arado y otros implementos de labranza
son considerados desfavorables porque su aplicación excesiva, irracional, ha
causado una serie de problemas al dejar el suelo desnudo a la intemperie y
favorecer procesos erosivos y, además, promover compactación en el subsuelo.
Esto ha llevado a que se busquen opciones diferentes, una de las cuales, que ha
tenido gran arraigo entre los agricultores, es la labranza reducida hasta
llegar a labranza cero. Sin embargo, hay sistemas suelo-planta-clima en los
cuales en algunas oportunidades es necesario el uso de implementos de labranza
por lo que no deben ser descartados totalmente.
En cuanto al uso de
fertilizantes, en América, desde el Período Prehispánico antes de la conquista
y la colonización españolas, ya el caliche o nitrato de soda, nativo de las
provincias de Tarapacá y Antofagasta había sido empleado como fertilizante
agrícola por los nativos de esa región. Atacames, Coyas e Incas fertilizaban
sus tierras con el caliche pulverizado. A comienzos y mediados del siglo XIX se
demostró que el crecimiento de las plantas dependía en buena medida de los
aportes de nitrógeno, y comenzó la exportación del salitre hacia Inglaterra y
Escocia, producto que comenzó a escasear rápidamente. Esto derivó en el
desarrollo de los fertilizantes nitrogenados sintéticos debido a la escasez de
productos naturales orgánicos para la agricultura como era el guano, y a lo
limitado del suministro del salitre natural para la agricultura.
Estos dos casos, el uso histórico
del arado y de los fertilizantes químicos, muestran que la naturaleza en
equilibrio, sin disturbar, es capaz de mantener una producción de biomasa
vegetal hasta cierto nivel de productividad; sin embargo, para incrementar esa
producción, lo cual es reclamado cada vez más por el crecimiento desmedido de
la población mundial, se debe ayudar al recurso suelo en cuanto a su capacidad
de suministrar nutrientes para las plantas. Esto, históricamente se ha logrado,
primero con el uso de fertilizantes orgánicos, que por su escasez abrieron las
puertas al uso de los fertilizantes químicos naturales como el salitre y
posteriormente a los fertilizantes químicos sintéticos, pero después de siglos,
aplicar estos productos para enriquecer los suelos, en lugar de ser
beneficiosos para la agricultura, son considerados dañinos para el medio
ambiente y hasta han llegado a proponer que están “matando” al suelo.
Considerando esta situación, en
este artículo trataré de explicar por qué es necesaria la ligazón entre la
agricultura química y la agricultura orgánica:
Cuando se elaboran programas de
fertilización de cultivos se deben considerar todas las opciones posibles, eso
permite que se obtenga un verdadero programa racional y eficiente. Estas
opciones son:
1.-Fertilización
edáfica convencional química y orgánica.
2.-Fertirrigación.
3.-Fertilización
foliar.
4.-Fertilización
biológica.
1.-Fertilización edáfica
convencional química y orgánica: consiste en incorporar al suelo fertilizantes
químicos y orgánicos (bio fertilizantes). Cuando se consideran cultivos que
cubren miles de hectáreas, los fertilizantes orgánicos solo pueden ser
rentables si se generan cantidades suficientes para esas superficies, y en las
propias unidades de producción o en lugares cercanos donde el transporte no los
encarezca a niveles antieconómicos.
Algunos ejemplos de la aplicación
de fertilizantes orgánicos o bio fertilizantes: Uso de la cachaza, sub producto
de la industria azucarera, utilizado como fertilizante en siembras de caña
aledañas a los centrales azucareros. Otro ejemplo más reciente ha sido el uso
del bagazo resultante de la cosecha de los racimos de la palma aceitera, como
abono orgánico para este cultivo, en plantaciones del Sur de El Lago de
Maracaibo. Es un producto generado en las mismas unidades de producción, y por
eso su facilidad y disponibilidad para la fertilización de las plantas en esas
fincas. Sin embargo, este fertilizante orgánico o bio fertilizante, es
complementado con fertilizantes químicos para cubrir la oferta de nutrientes
esenciales para altos rendimientos.
2.-Fertirrigación:
es la aplicación de
los fertilizantes junto con el agua de riego, se riega con soluciones
nutritivas. Es un método muy eficiente de aplicar los nutrientes si se dispone
de sistemas de riego localizado y productos hidrosolubles. Es muy utilizado en
algunos cultivos hortícolas, en frutales como la lechosa donde ha dado excelentes
resultados, y se considera que es imprescindible en invernaderos. En algunos
cultivos exigentes se complementa la aplicación de fertilizantes hidrosolubles
químicos con aplicaciones de materia orgánica, ya que esos cultivos responden
muy bien a estos bio fertilizantes, casos de espárragos, papa, lechosa y otros.
3.-Fertilización
foliar: se refiere a la
aspersión de soluciones nutritivas sobre el follaje de las plantas. Se deben
utilizar productos especialmente elaborados con este fin, los cuales generalmente
contienen nutrientes y estimulantes del metabolismo vegetal, una mezcla de
sustancias químicas con extractos de algas, principalmente. Se utilizan en particular
para la aplicación uniforme de micronutrientes, para correcciones urgentes de
alguna insuficiencia nutritiva, y para recuperación de plantas que padecen
algún tipo de estrés. En la mayoría de los programas de fertilización,
especialmente cuando hay niveles bajos de micronutrientes disponibles para las
plantas, es casi obligatoria la aplicación de algún fertilizante foliar que
contenga mezcla de estos micronutrientes esenciales, considerándose como un
complemento a la fertilización de los cultivos.
4.-Fertilización biológica: la defino como la utilización y mejoramiento de
procesos o fenómenos naturales donde intervienen seres vivos, que sirven para
incrementar la disponibilidad y aprovechamiento de los nutrientes esenciales
por parte de las plantas. Los casos de nitrógeno y fósforo son los más
estudiados en cuanto a la fertilización biológica, en los cuales se dispone de
información muy importante para su aplicación. Algunos de esos procesos
consisten en utilizar la diazotrofía, las
micorrizas, las bacterias promotoras del crecimiento (PGPR) y las bacterias
solubilizadoras de fosfatos (BSP).
Fertilización nitrogenada
biológica (FNB): se logra por medio de la diazotrofía, que es el proceso de
fijación de nitrógeno atmosférico molecular (N2) al suelo por medio
de la actividad de microorganismos simbiontes (con especies de plantas
leguminosas) o de vida libre. Estos microorganismos fijadores de nitrógeno se
denominan diazótrofos, y como ejemplos tenemos en el grupo de los rizobios a Rhizobium y Bradyrhizobium que son simbiontes; y Azospirillum
y Azotobacter que son de vida libre. La FNB debe ser
de aplicación obligatoria en cultivos de especies de plantas leguminosas.
Fertilización fosfatada biológica
(FFB): en este caso del fósforo (P), ha tenido una gran significación el
suministro de micorrizas a algunas especies de plantas. Estos hongos infectan
las raíces causando una extensión del sistema radical por medio de sus hifas,
permitiendo a la planta explorar un mayor volumen de suelo, y por lo tanto,
mayor capacidad para absorber nutrientes, especialmente aquellos que tienen
poca movilidad en el suelo como es el caso del fósforo. En el aprovechamiento
de los fosfatos, también son importantes los microorganismos capaces de
incrementar la solubilidad del P del suelo (Bacterias Solubilizadoras de Fosfatos o BSP)
como Bacillus megaterium var. Fosfaticum,
y las bacterias promotoras del crecimiento (PGPR).
Las BSP y PGPR están presentes en los suelos y, lo que se busca, es
incrementar sus poblaciones para que tengan un mejor efecto sobre la disponibilidad
de los nutrientes del suelo para las plantas. Especialmente en cultivos de
ciclo corto, hasta ahora no se ha logrado que a lo largo del breve periodo de
crecimiento de estas plantas se obtengan suficientes cantidades de fósforo
aprovechable, por lo que no pueden ser sustitutos absolutos de los
fertilizantes químicos.
Para poder aprovechar estas cuatro opciones en forma integrada, es
preciso tener un conocimiento básico del sistema suelo-planta-clima, mediante
un análisis de suelo reciente, una buena información climatológica, y los
requerimientos nutritivos de la planta. Considero que la integración de las
opciones aplicables a cada sistema suelo-planta-clima es fundamental para
lograr un programa de fertilización de cultivos eficiente y racional.
Si los fertilizantes químicos se aplican a los cultivos de manera
racional, no tienen por qué “matar” al suelo. Al contrario, los fertilizantes
químicos son fuente de nutrientes que necesitan tanto los macroorganismos como
los microorganismos del suelo, para su nutrición y para poder incrementar sus
poblaciones. Recordemos que los fertilizantes en su mayoría son productos
naturales, provenientes de yacimientos que son fuente de la materia prima para
elaborarlos, por ejemplo, minas de apatitas como fuente de P y de silvita como
fuente de K. Igualmente, los nutrientes que contienen los suelos provenientes
del material parental, también se liberan por la descomposición y meteorización
de rocas y minerales. Por otro lado, el nitrógeno es el principal componente
del aire, desde allí lo fijan al suelo los diazótrofos, al igual que lo fija la
industria para la síntesis de amoníaco que es el punto de partida en la
elaboración de los fertilizantes nitrogenados. Entonces, estos productos
naturales vuelven al suelo por medio de los fertilizantes químicos, en un ciclo
cerrado, para ser utilizados por las plantas.
Cada vez estoy más convencido que
los fanatismos, y más aun cuando son respaldados por conflictos políticos y
comerciales, no son favorables para una correcta fertilización de los cultivos.
Así como se intenta castigar a los fertilizantes químicos como destructores del
medio ambiente, en general se trata de imponer conceptos fuera de toda razón en
relación a la agricultura ecológica, orgánica, regenerativa. La guerra entre
Agricultura Química y Agricultura Ecológica debe terminar y ser sustituida por
la conciliación entre ambos conceptos.
Pedro Raúl Solórzano Peraza
Septiembre 2023