jueves, 6 de abril de 2017

FERTILIZACIÓN DE PASTIZALES

         Pedro Raúl Solórzano P.
Abril de 2017.

Los pastizales, especialmente en áreas tropicales, constituyen el principal alimento para los rumiantes, además, bajo pastoreo, las carnes producidas tienen mejores características nutritivas y de sabor que las que se producen en condiciones de estabulación total o parcial, lo cual pone de manifiesto la importancia de establecer un buen pastizal.

Las especies forrajeras, los pastos, para su explotación, deben ser considerados como un cultivo más y deben ser manejados como tales, ya que al igual que todas las plantas, su crecimiento y desarrollo están determinados por su genética y por las condiciones externas a las cuales están sometidos. Por ello, para una producción eficiente de los pastizales, éstos deben manejarse tomando en cuenta el sistema suelo-planta-clima donde se está desarrollando esa planta, sistema en el cual la planta no crece en forma aislada si no que depende de la interrelación de todos los factores que intervienen en dicho sistema. En el manejo de esos sistemas se incluye la fertilización, la cual es una práctica que persigue lograr que las plantas puedan absorber cantidades suficientes de todos los nutrientes esenciales, de tal forma que se cubran sus requerimientos y tengan un mejor valor nutritivo para los rebaños consumidores de los mismos.

Entonces, si un suelo no está en capacidad de suministrar los nutrientes esenciales en cantidades adecuadas para las plantas, estos elementos deben aplicarse por medio de fertilizantes para que no se afecte el rendimiento y la calidad de un pastizal. Lógicamente, al aplicar un buen programa de fertilización a un pastizal, además del esperado incremento en la producción de biomasa, debe ocurrir un mejoramiento de su calidad en términos de mayores tenores de proteína y una mayor y más balanceada concentración de nutrientes. Recordemos que los forrajes son la principal fuente de nutrientes para los herbívoros consumidores, y si un forraje no tiene las cantidades adecuadas de nutrientes, éstos deben suministrarse por medio de suplementos minerales o alimentos balanceados, incrementándose sustancialmente los costos de producción de carne y leche. Basta con revisar el caso de lo que se denominó “el síndrome de Santa María de Ipire”, cuando en esta región guariqueña el ganado caía postrado por una alimentación a base de forrajes muy pobres en nutrientes, especialmente en fósforo y calcio.

En Venezuela existe una variada gama de especies forrajeras, nativas e introducidas, que se utilizan en el establecimiento de potreros que algunas veces son para pastoreo y, en otras oportunidades, para corte en la producción de heno y silaje. La fertilización de dichos potreros va a depender, además de las condiciones del suelo y clima, de la especie forrajera y del sistema de producción. De esta manera, algunas situaciones comunes en el país y las recomendaciones de fertilización son las siguientes:

-Producción intensiva de heno: generalmente son campos de bermuda (Cynodon spp) para producir pacas de alta calidad, destinadas a alimentar caballos pura sangre, vacas de alta producción lechera y como fuente de fibra en la elaboración de alimentos balanceados para animales. Este tipo de explotación se realiza en suelos con pocas limitaciones de fertilidad, porque dichos suelos sean así de forma natural o porque las limitaciones hayan sido corregidas, por lo que se recomienda aplicar sobre el pastizal 250 kg de fosfato monoamónico (o diamónico)/ha más 250 kg de cloruro de potasio/ha, una vez al año y al inicio de la temporada de lluvias. Después de cada corte, aplicar 75 kg de N/ha procurando alternar las fuentes de N, una vez con urea y la siguiente con sulfato de amonio. Esta fertilización equivale aproximadamente a la aplicación de 477 kg de N, 130 kg de P2O5 y 150 kg de K2O/ha/año.

-En potreros dedicados principalmente a pastoreo y que eventualmente se puedan henificar, se recomienda fertilizar de la siguiente manera:

a.-Suelos ácidos, pobres en P y Ca: aplicar una vez al año a entrada de la estación lluviosa, 500 kg de roca fosfórica (fosforita)/ha, más 100 kg de fosfato monoamónico (o diamónico)/ha, más 120 kg de cloruro de potasio/ha. Después de cada pastoreo, aplicar 75 kg de urea/ha ó 150 kg de sulfato de amonio/ha. Esto tiende a aumentar los rendimientos, la capacidad de carga del potrero, mejora la salud de los animales y promueve el aumento de la proporción de especies leguminosas nativas en el pastizal. Esta fertilización equivale aproximadamente a la aplicación de 220-152-72 kg/ha/año, de N-P2O5-K2O.

b.-Suelos de tendencia neutra a alcalina: estos suelos generalmente tienen buenos niveles nutritivos para la mayor parte de las especies forrajeras que se adaptan a estas condiciones. Para mantener esas buenas condiciones a lo largo del tiempo, se recomienda aplicar a entrada de la temporada de lluvias 100 kg de fosfato monoamónico (o diamónico)/ha más 120 kg de cloruro de potasio/ha. Después de cada pastoreo, aplicar 75 kg de urea/ha ó 150 kg de sulfato de amonio/ha. Esta fertilización equivale aproximadamente a la aplicación de 220-63-72 kg/ha/año, de N-P2O5-K2O.

Para todos los casos, la intensidad de uso del pastizal va a influir en las modificaciones que se incorporen a esos programas de fertilización.

En el estado Zulia, en la zona del Sur del Lago de Maracaibo que es una de las regiones más importantes en la producción ganadera del país, Espinoza y Argenti (1997) destacan que solamente el 31% de los ganaderos fertilizan, que 46% no lo hace por falta de recursos y que el resto considera que esta práctica es muy importante. Esta situación ocurre, a pesar que ha sido demostrado que con una adecuada fertilización de los pastizales, tanto la eficiencia reproductiva de bovinos como el peso al destete se incrementan, lo cual no ha cambiado mucho desde 1997. Quizás, lo que ha mejorado es cuando se establecen especies forrajeras introducidas, de alta calidad, y se realiza la fertilización de base al momento de la siembra con fuentes de N-P-K; luego, estos potreros en muchos casos, se reabonan con cierta frecuencia con fertilizantes nitrogenados.

En toda Venezuela hay unos 5 millones de hectáreas de pasto sembradas y solo se fertilizan 372.000 ha, con un consumo total de fertilizantes NPK de 82.000 toneladas que corresponde a una dosis promedio de 222 kg/ha. Esto revela que nuestros ganaderos aplican poco fertilizante a las pocas pasturas que se fertilizan, y la mayor parte de estos fertilizantes aplicados a los pastos son fuentes nitrogenadas.

La calidad de los forrajes también tiende a disminuir con la edad de las plantas, obteniéndose, en general, menores concentraciones de proteínas y de minerales a medida que la planta envejece. Sin embargo, un buen programa de fertilización permite manejar mejor los pastizales, de tal manera que a cada especie le demos la edad y la intensidad de uso (pastoreo o corte) más convenientes, para lograr niveles óptimos de biomasa producida y capacidad de recuperación del pastizal.

Es muy evidente la importancia de ubicar cada especie forrajera en el sistema suelo-clima más adecuado, y de fertilizar los pastizales para mejorar la capacidad de carga de los potreros y la calidad en la alimentación de los rebaños.

(Espinoza, F. y P. Argenti. 1997. Estrategias de fertilización en pasturas. FONAIAP DIVULGA Nº55. Enero-marzo 1997. FONAIAP, Maracay. Venezuela).


Pedro Raúl Solórzano Peraza
Abril de 2017.





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