En la atmósfera
del planeta existen una serie de gases de efecto invernadero (GEI) que son los
responsables de la existencia de la vida, sin ellos, en adecuadas proporciones,
la temperatura de la tierra sería de -18°C ya que no existiría freno para
detener el escape del calentamiento de la tierra por efecto del calor del sol.
Por lo tanto, el efecto invernadero es un proceso natural que permite a la
tierra mantener condiciones necesarias para la vida. Entonces, los GEI son
necesarios, pero el problema se presenta cuando por efecto principalmente de
las actividades humanas, se aumenta la concentración de algunos de estos gases
en la atmósfera reteniendo más calor que el necesario, provocando que la
temperatura media del planeta aumente produciendo el calentamiento global, que
es causa del cambio climático. Esto ha sido denominado como el Antropoceno o la
nueva era geológica motivada por el impacto del ser humano en la tierra.
El CO2
es uno de los principales gases de efecto invernadero, y sus emisiones se han
venido incrementando desde la aparición de la primera revolución industrial a
mediados del siglo XVIII, siendo la quema de combustibles fósiles para
generación de energía la fuente más importante de estos incrementos.
La vegetación
puede ser la principal herramienta natural para capturar esos excesos de CO2
en la atmósfera y frenar su efecto invernadero, ya que las plantas absorben CO2
en el proceso de fotosíntesis y también lo emiten en el proceso de respiración,
siendo la diferencia entre ellos lo que va a formar parte de los tejidos de las
plantas y a quedar secuestrado. Sin embargo, la fotosíntesis es solo una parte
de la situación ya que ese carbono en la vegetación puede regresar al aire
después que los microbios, los animales y las personas consumen las plantas.
Por esa razón, mantener el carbono en el suelo o encontrar otras formas de
almacenarlo puede ser tan importante como capturarlo de la atmósfera.
Se considera que
una de las mejores vías para la captura de carbono atmosférico son árboles y
bosques. Como ejemplo, el Servicio Forestal de los Estados Unidos ha estimado
que sus bosques son capaces de secuestrar 866 millones de toneladas de carbono
anualmente, que es equivalente a alrededor de 16% de las emisiones totales de
ese país cada año.
Cuando los
árboles, al igual que todas las plantas realizan la fotosíntesis extraen CO2
del aire, lo transforman en azúcares y liberan oxígeno. Con esos azúcares los
árboles construyen madera en tallos, ramas y raíces, y así el carbono se atrapa
durante largos períodos de tiempo, ya que pueden permanecer por mucho tiempo
como árboles en pie y tardar años en descomponerse después que mueren.
Los suelos
forestales también pueden ser buenos para capturar carbono pero depende de
algunos factores externos. El caso de la selva amazónica que pareciera ser un
buen lugar para el secuestro de carbono porque tiene abundantes árboles de
rápido crecimiento, no lo es porque ese carbono atrapado tiene poca
permanencia. Estos árboles se descomponen rápidamente en el clima cálido y
húmedo, la lluvia abundante también acelera la descomposición de la materia
orgánica y lava el suelo arrastrando nutrientes.
En general, los
suelos pueden ser una gran herramienta para secuestrar carbono, mitigar e
incluso revertir el calentamiento global. Para ello, la restauración de los
suelos puede ayudar en la reducción de las emisiones de carbono y potenciar su
almacenamiento a largo plazo en el subsuelo, incrementando su permanencia
secuestrado.
Una de las
orientaciones en la investigación actual para incrementar el secuestro de
carbono de la atmósfera por medio de la vegetación, es la edición genética en
plantas para aumentar su capacidad de almacenamiento de carbono. La
investigación ha tomado en cuenta a los cultivos agrícolas a pesar que la
captura de carbono, como ya hemos señalado, se asocia con los árboles. Se
inicia este programa con cultivos que ocupan grandes superficies como arroz y
sorgo, y en el futuro se extenderá a trigo y maíz. Se centra esta investigación
en mejorar la fotosíntesis a las plantas para ser más eficientes en la captura
de carbono de la atmósfera, en optimizar tanto el desarrollo del sistema radical
para incrementar la permanencia de ese carbono en suelos y subsuelos, como de los
exudados a nivel de la rizósfera promotores del secuestro de carbono. Las
plantas y los microbios, además de capturar carbono de la atmósfera, pueden
almacenarlo en la biomasa y en los suelos de las tierras cultivadas que ocupan
una tercera parte de la superficie terrestre. De allí una de sus grandes
ventajas.
Entonces, los
resultados de estas nuevas investigaciones con especies de plantas cultivadas,
mejorando la fotosíntesis y la permanencia del carbono retenido en los tejidos,
convertiría a la agricultura en un formidable recurso para disminuir la
concentración de GEI en la atmósfera y contribuir en la desaceleración del
calentamiento global.
En Venezuela
podemos tomar el ejemplo de las sabanas del oriente del país, principalmente en
los estados Anzoátegui y Monagas, donde en forma natural existe una vegetación
muy escasa representada por un estrato de gramíneas de baja altura, y algunos
árboles y arbustos dispersos en pequeñas áreas de los campos. En estas
condiciones, las expectativas de secuestro de carbono atmosférico son muy
bajas. Si se compara esta situación con el desarrollo agrícola que existe en
algunos sectores de estas sabanas orientales, con algunas prácticas
conservacionistas combinadas con otras de la agricultura convencional, con
genotipos mejorados en su fotosíntesis y en su sistema radical, se
incrementaría significativamente el balance de secuestro y permanencia del
carbono en la biomasa producida. Esto sería un aporte de la agricultura para mitigar
el cambio climático.
Como corolario a
esta situación se puede señalar que para acabar con esta tragedia de eventos
extremos sobre la tierra se debe respetar la naturaleza, aplicar técnicas de
silvicultura para la gestión de cultivos de bosques orientadas, entre otras
cosas, a la conservación del medio ambiente, a la protección de cuencas
hidrográficas y a la producción de bienes para la sociedad. Acabar con la
deforestación desordenada, reforestar áreas degradadas para su recuperación,
aplicar las mejores prácticas agrícolas conservacionistas adaptadas a cada
sistema suelo-planta-clima, regenerativas de los recursos naturales, utilizar
más conscientemente las áreas agrícolas indispensables para la producción de
alimentos y de otros bienes para la humanidad con genotipos mejorados. En fin,
utilizar la agricultura y otras disciplinas afines como una solución y no como
una causa del deterioro ambiental del planeta.
Pedro Raúl
Solórzano Peraza
Agosto 2023